lunes, 27 de julio de 2020

Comentario al Cap. IVº de la "Laudato Sí"

Encíclica del hermano Papa Francisco dedicada a la Ecología Integral. 
Nos resulta muy doloroso y lamentable, ver a grupos, sobre todo de jóvenes, no hacer caso de las recomendaciones sanitarias, y actuar de propagadores y transmisores del coronavirus, que desprecian su propia salud y la de los demás.

El capítulo 4º trata de la Ecología Integral, porque todo está conectado con todo. Nada es ajeno a nada. Buena parte de nuestra información genética se comparte con muchos seres vivos. A medida que avanza la física cuántica vamos descubriendo que hay una imbricación total de todo con todo. No hay dos crisis ecológicas, una ambiental y otra social, sino que hay una crisis socio-ambiental. Los ecosistemas tiene un valor esencial en si mismos y no solo en función de su uso, porque comportan funciones imprescindibles para la vida, por ejemplo, secuestrando el anhídrido carbónico, purificando el agua, controlando enfermedades y plagas, conformando edáficamente el suelo para su fertilidad, etc.

El análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma, que genera un determinado modo de relacionarse con los demás y con el ambiente. Hay una interacción entre los ecosistemas y entre los diversos mundos de referencia social, y así se muestra una vez más que «el todo es superior a la parte» “.

Por tanto la protección del medio ambiente tiene que ser integral, planetaria, pasando por el propio individuo, su familia, su grupo, su comunidad local, su nación y la vida internacional. Así estamos viendo como el consumo de narcóticos en países desarrollados está llevando a productores pobres de otros países al abandono del cultivo de maíz y dedicar sus tierras al cultivo de amapola: un absurdo conduce a otro absurdo. Así lo hemos visto en Guatemala. Es antiecológico obligar a los aborígenes, sobre todo de Africa y América del Sur, a abandonar sus tierras para dedicarlas a monocultivos intensivos o productos extractivos, con pérdida de su identidad personal y de relaciones humanas cercanas y cálidas, y más aún si los obligamos a huir a los suburbios de las grandes ciudades a vivir en condiciones infrahumanas y alimentarse incluso de los desechos de los basureros.
¿Cómo van a poder aceptar así su propio cuerpo, a cuidarlo, a respetarlo en todo su valor?: todo esto forma parte esencial de una verdadera ecología humana. La falta de viviendas un poco dignas es grave en muchas partes del mundo, sobre todo en los barrios periféricos de las grandes ciudades. No sólo los pobres, sino una gran parte de la sociedad sufre serias dificultades para acceder a una vivienda propia. La posesión de una vivienda, así como un trabajo digno y estable tiene mucho que ver con la dignidad de las personas y con el desarrollo de las familias. Es una cuestión central de la ecología humana.

Setecientos millones de trabajadores son muy pobres.

La pandemia que padecemos aumentará la cifra de personas en extrema pobreza en unos 60 ó más millones de empobrecidos en el mundo (Fuente BM y CNN), sobre todo en Africa y América del Sur, continentes donde ya están el mayor número de empobrecidos. De tres proyectos de Africa nos han llegado peticiones para paliar situaciones de hambruna.

La Tierra que recibimos no nos pertenece solo a nosotros, sino también a las generaciones que nos sucederán. Nuestro estilo  de vida actual, generador de tantos escombros, desiertos, suciedad, adulteración, deterioro ecológico, violencia contra el hombre y la Tierra, es insostenible y no puede terminar más que en catástrofe.  Es necesaria una solidaridad intergeneracional.

Nos resulta muy doloroso y lamentable, ver a grupos, sobre todo de jóvenes, no hacer caso de las recomendaciones sanitarias, y actuar de propagadores y transmisores del coronavirus, que desprecian su propia salud y la de los demás, no solo en botellones, sino también en otras celebraciones descontroladas. La pregunta es: ¿qué les enseñamos, de qué sirve y para qué sirve la enseñanza, qué valores les transmiten sus padres y profesores?. ¿Qué fue de la Educación para la Ciudadanía?. ¿Qué fue de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y del Niño?.

El materialismo del neoliberalismo capitalista nos está conduciendo cada vez más al deterioro global de todo el sistema tierra, naturaleza y personas. Necesitamos cambiar totalmente de dirección  en  sentido contrario. Es urgente.

Un cordial abrazo. Faustino Vilabrille
faustino@faustinovilabrille.es

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