¿A quién le importa ya el ébola?. Por lo visto, no a mucha gente. El ejército
estadounidense regresó el 26 de febrero de 2015 y en los últimos 21 días sólo
ha habido un fallecimiento por ébola en Liberia, el país más afectado por la
epidemia (acumula 4.332 muertes desde el inicio, incluyendo las probables y las
sospechosas, además de las confirmadas), según el último informe de la OMS, del
1 de abril de 2015.
Un caso de estudio de psicosis mediática.
Todos los días, de septiembre a noviembre de 2014, los
periódicos, las emisoras de radio, los canales de televisión y las páginas web
de información nos decían al unísono que el África occidental estaba “asolada”,
que la gente “caía como moscas”, que las calles “eran un manto de cadáveres”,
que “nada volvería a ser como antes”, que las “culturas locales estaban
acabadas”, que hacían falta más fondos, más ayuda, más dinero, el ejército y
helicópteros para combatir la pandemia más grave que jamás haya amenazado a la
humanidad.
¿Quién se acuerda hoy de la auxiliar de enfermería Teresa o de su perro Excálibur?.
Tras unas semanas, el ébola prácticamente ha desaparecido del paisaje mediático, salvo para quienes nos preocupamos en seguir buscando información activamente donde podemos.
¿Quién se acuerda hoy de la auxiliar de enfermería Teresa o de su perro Excálibur?.
Tras unas semanas, el ébola prácticamente ha desaparecido del paisaje mediático, salvo para quienes nos preocupamos en seguir buscando información activamente donde podemos.
Las cifras no cuadran.
Nos hablaban de miles de muertos, de una
enfermedad que es mortal en 9 de cada 10 casos, del peor virus que haya
existido. Pero las cifras no cuadraban:
- 8,7 millones de africanos mueren todos los años por alguna otra enfermedad.
- Tan sólo la diarrea mata, todos los días, a 2.195 niños.
- El paludismo acaba cada año con entre 1 y 3 millones de personas.
¿Por qué tanta psicosis?.
Al parecer, la fiebre
hemorrágica del Ébola era especialmente peligrosa “porque es muy contagiosa”,
nos aseguraban.
Mentira.
Mentira.
El ébola no es una enfermedad muy contagiosa, y
todos los expertos lo sabían desde el principio. Sólo se transmite por contacto
directo con los fluidos corporales (vómitos, sangre, excrementos) a través de
una herida o de una mucosa (ojos, boca, nariz).
No se coge con un simple roce, como apretándole la mano a un enfermo, ni mucho menos por el aire, como la gripe.
La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) así lo explicaba en su página web:
“La transmisión requiere contacto directo con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales de personas o animales infectados, vivos o muertos, todo lo cual es muy improbable en el caso del viajero típico”.
Además, es muy difícil que cambie el modo de contagio de un virus, incluso en caso de mutación. Así que era sumamente improbable que la epidemia de ébola mutara y empezara a propagarse en masa.
Sylvain Baize, director del Centro Nacional de Referencia de Fiebres Hemorrágicas Virales del Instituto Pasteur de Lyon, lo aclaraba en la prensa:
“Es muy improbable que el virus del Ébola cambie radicalmente y adquiera, de modo eficaz y a corto plazo, la capacidad de transmitirse por vía aérea. […] Casi se podría decir que los que auguran o plantean esta posibilidad poseen una gran imaginación”.
Sin embargo, tras una notable campaña de relaciones públicas, la OMS y los gobiernos occidentales decidieron destinar a la lucha contra el ébola una cantidad de recursos delirante que asciende a cientos de millones de dólares.
A día de hoy, entre el desembolso de los Estados Unidos, de la OMS, de todos los países europeos, de los gobiernos locales y de todas las organizaciones humanitarias, el gasto total suma 2.400 millones de dólares.
Tal muestra de solidaridad mundial es motivo de alborozo, pero por otro lado, hay que ponerse en el lugar de las poblaciones locales. Víctimas de terribles guerras y de gobiernos corruptos que dejan que los aniquilen sin defenderlas, ven a sus hijos morir porque carecen de lo mínimo, de cosas que cuestan unos pocos euros.
Lo que se ha destinado al ébola representa, en cambio, más de 213.000 dólares por persona fallecida (la epidemia ha causado 10.445 muertos), 213.000 dólares que podrían salvar a 213.000 niños de la diarrea. De hecho, las asociaciones humanitarias afirman que se puede salvar a un niño de esta plaga con un solo dólar.
Con esta cantidad, también se podrían curar nada menos que a 171.000 niños ó 42.000 adultos con paludismo, ya que el conocido medicamento contra el paludismo (atovacuona e hidrocloruro de proguanil) permite tratar la mayoría de casos y cuesta entre 11 y 17 euros para un niño y 45 euros para un adulto.
Pero para eso no hay presupuesto.
No se coge con un simple roce, como apretándole la mano a un enfermo, ni mucho menos por el aire, como la gripe.
La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) así lo explicaba en su página web:
“La transmisión requiere contacto directo con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales de personas o animales infectados, vivos o muertos, todo lo cual es muy improbable en el caso del viajero típico”.
Además, es muy difícil que cambie el modo de contagio de un virus, incluso en caso de mutación. Así que era sumamente improbable que la epidemia de ébola mutara y empezara a propagarse en masa.
Sylvain Baize, director del Centro Nacional de Referencia de Fiebres Hemorrágicas Virales del Instituto Pasteur de Lyon, lo aclaraba en la prensa:
“Es muy improbable que el virus del Ébola cambie radicalmente y adquiera, de modo eficaz y a corto plazo, la capacidad de transmitirse por vía aérea. […] Casi se podría decir que los que auguran o plantean esta posibilidad poseen una gran imaginación”.
Sin embargo, tras una notable campaña de relaciones públicas, la OMS y los gobiernos occidentales decidieron destinar a la lucha contra el ébola una cantidad de recursos delirante que asciende a cientos de millones de dólares.
A día de hoy, entre el desembolso de los Estados Unidos, de la OMS, de todos los países europeos, de los gobiernos locales y de todas las organizaciones humanitarias, el gasto total suma 2.400 millones de dólares.
Tal muestra de solidaridad mundial es motivo de alborozo, pero por otro lado, hay que ponerse en el lugar de las poblaciones locales. Víctimas de terribles guerras y de gobiernos corruptos que dejan que los aniquilen sin defenderlas, ven a sus hijos morir porque carecen de lo mínimo, de cosas que cuestan unos pocos euros.
Lo que se ha destinado al ébola representa, en cambio, más de 213.000 dólares por persona fallecida (la epidemia ha causado 10.445 muertos), 213.000 dólares que podrían salvar a 213.000 niños de la diarrea. De hecho, las asociaciones humanitarias afirman que se puede salvar a un niño de esta plaga con un solo dólar.
Con esta cantidad, también se podrían curar nada menos que a 171.000 niños ó 42.000 adultos con paludismo, ya que el conocido medicamento contra el paludismo (atovacuona e hidrocloruro de proguanil) permite tratar la mayoría de casos y cuesta entre 11 y 17 euros para un niño y 45 euros para un adulto.
Pero para eso no hay presupuesto.
¿Se ha evitado una pandemia mundial?.
Por lo menos, todo el dinero que se ha gastado en el
ébola habrá servido para evitar una epidemia mundial, pensarán algunos.
Es cierto que las cifras comunicadas por las autoridades eran alarmantes. En el mes de septiembre de 2014, los expertos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos pronosticaron que, para el 20 de enero de 2015, la epidemia habría afectado a 1,4 millones de personas en Liberia y Sierra Leona.
En realidad, el número total de casos de ébola, en toda el África occidental, sólo ha sido de 25.206 hasta el momento, y hay que remarcar que no se trata de fallecimientos, sino de personas afectadas.
Así que, por lo que respecta al ébola, los “expertos” se han equivocado en un 70.000% en las previsiones a cuatro meses vista. Ha leído bien: un 70.000%, con cuatro ceros.
Hace casi un año que la “pandemia” hace estragos en una zona que alberga a 20 millones de personas, lo cual representa 1 persona de cada 800. Comparemos esa cifra con la de enfermos de cólera en Haití en 2010, que afectó a 700.000 personas en una población dos veces menor, es decir, a 1 persona de cada 15.
¿Qué es lo que ha sucedido?. Según un artículo publicado el 1 de febrero de 2015 en el New York Times:
“Los expertos intentan comprender cómo la enfermedad que desafió los alarmantes pronósticos de los mejores investigadores del mundo en enfermedades infecciosas parece estar desapareciendo a una velocidad sorprendente”.
La conclusión que se impone hoy en día nos viene dada en detalle en un artículo que acaba de publicarse también en el New York Times.
En Liberia, los responsables del retroceso de la epidemia no son, en absoluto, las organizaciones internacionales:
“El mayor cambio proviene de las precauciones tomadas por los propios locales. Sin ninguna ayuda exterior, o con la mínima, acondicionaron sitios para lavarse las manos en puntos estratégicos. [Nota: se trata de cubos de agua desinfectada con lejía]. Identificaron a enfermos y a muertos. También hay muchos que pusieron en cuarentena a familias enfermas y restringieron las visitas de personas de fuera”.
Es cierto que las cifras comunicadas por las autoridades eran alarmantes. En el mes de septiembre de 2014, los expertos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos pronosticaron que, para el 20 de enero de 2015, la epidemia habría afectado a 1,4 millones de personas en Liberia y Sierra Leona.
En realidad, el número total de casos de ébola, en toda el África occidental, sólo ha sido de 25.206 hasta el momento, y hay que remarcar que no se trata de fallecimientos, sino de personas afectadas.
Así que, por lo que respecta al ébola, los “expertos” se han equivocado en un 70.000% en las previsiones a cuatro meses vista. Ha leído bien: un 70.000%, con cuatro ceros.
Hace casi un año que la “pandemia” hace estragos en una zona que alberga a 20 millones de personas, lo cual representa 1 persona de cada 800. Comparemos esa cifra con la de enfermos de cólera en Haití en 2010, que afectó a 700.000 personas en una población dos veces menor, es decir, a 1 persona de cada 15.
¿Qué es lo que ha sucedido?. Según un artículo publicado el 1 de febrero de 2015 en el New York Times:
“Los expertos intentan comprender cómo la enfermedad que desafió los alarmantes pronósticos de los mejores investigadores del mundo en enfermedades infecciosas parece estar desapareciendo a una velocidad sorprendente”.
La conclusión que se impone hoy en día nos viene dada en detalle en un artículo que acaba de publicarse también en el New York Times.
En Liberia, los responsables del retroceso de la epidemia no son, en absoluto, las organizaciones internacionales:
“El mayor cambio proviene de las precauciones tomadas por los propios locales. Sin ninguna ayuda exterior, o con la mínima, acondicionaron sitios para lavarse las manos en puntos estratégicos. [Nota: se trata de cubos de agua desinfectada con lejía]. Identificaron a enfermos y a muertos. También hay muchos que pusieron en cuarentena a familias enfermas y restringieron las visitas de personas de fuera”.
¿Y qué ha sido de los hospitales construidos de
emergencia para acoger a los enfermos?. El New York Times nos
hace saber que:
“Se han abierto algunas clínicas gestionadas por liberianos o asociaciones caritativas, pero el gran descenso del número de enfermos se ha producido un mes antes de que los centros que construyó el ejército estadounidense recibieran al primer paciente”.
¿Y cómo lo ha logrado la población local, sin hospitales?. Muy sencillo:
“La gente empezó a protegerse mejor en casa, tapándose los brazos con bolsas de plástico para atender a los miembros enfermos de la familia. Este ´equipo´ (las bolsas de plástico) ha recibido el apodo de ´EPP liberiano´”.
El EPP (equipo de protección personal) es el nombre que reciben los trajes impermeables completos, tantas veces mostrados en televisión por su espectacularidad ante las cámaras.
Pero esas imágenes no eran nada representativas de la realidad: mientras los periodistas de la CNN y la LCI grababan a los miembros de organizaciones humanitarias equipados al estilo occidental, la inmensa mayoría de africanos se las arreglaba audazmente con lo que había, como siempre.
Se servían de bolsas de plástico, que en no pocos casos bastaron para protegerles. Seguramente, la contaminación habría sido aún menor si hubieran contado con los EPP, pero por suerte no esperaron y se defendieron como pudieron.
Y es que, como los africanos no quieren dar pena a los occidentales, que ansiaban organizarlo todo en su tierra para salvarles del ébola, han encontrado unas palabras que llegan al alma:
“La reacción internacional ha sido igualmente vital”, declararon los oficiales liberianos. «[…] Aunque la mayoría de camas llegaron demasiado tarde y se quedaron vacías, el hecho de ver cómo el mundo acudía a nuestro lado ha procurado un gran apoyo psicológico a una población en apuros” (El subrayado es mío).
En otras palabras: “en la práctica, no habéis servido de nada, pero bueno, ¡nos ha hecho mucha ilusión que vinierais!”
“Es la primera vez en la historia de nuestra nación que hemos visto desembarcar en nuestra tierra a auténticos soldados norteamericanos”, declaró la presidenta de Liberia, Ellen Johnson-Sirleaf. “No os podéis imaginar qué diferencia ha supuesto en las esperanzas de la gente. Les ha motivado a seguir adelante”.
A 2.400 millones de dólares, la motivación sale cara, ¡pero el amor no se paga con dinero!.
“Se han abierto algunas clínicas gestionadas por liberianos o asociaciones caritativas, pero el gran descenso del número de enfermos se ha producido un mes antes de que los centros que construyó el ejército estadounidense recibieran al primer paciente”.
¿Y cómo lo ha logrado la población local, sin hospitales?. Muy sencillo:
“La gente empezó a protegerse mejor en casa, tapándose los brazos con bolsas de plástico para atender a los miembros enfermos de la familia. Este ´equipo´ (las bolsas de plástico) ha recibido el apodo de ´EPP liberiano´”.
El EPP (equipo de protección personal) es el nombre que reciben los trajes impermeables completos, tantas veces mostrados en televisión por su espectacularidad ante las cámaras.
Pero esas imágenes no eran nada representativas de la realidad: mientras los periodistas de la CNN y la LCI grababan a los miembros de organizaciones humanitarias equipados al estilo occidental, la inmensa mayoría de africanos se las arreglaba audazmente con lo que había, como siempre.
Se servían de bolsas de plástico, que en no pocos casos bastaron para protegerles. Seguramente, la contaminación habría sido aún menor si hubieran contado con los EPP, pero por suerte no esperaron y se defendieron como pudieron.
Y es que, como los africanos no quieren dar pena a los occidentales, que ansiaban organizarlo todo en su tierra para salvarles del ébola, han encontrado unas palabras que llegan al alma:
“La reacción internacional ha sido igualmente vital”, declararon los oficiales liberianos. «[…] Aunque la mayoría de camas llegaron demasiado tarde y se quedaron vacías, el hecho de ver cómo el mundo acudía a nuestro lado ha procurado un gran apoyo psicológico a una población en apuros” (El subrayado es mío).
En otras palabras: “en la práctica, no habéis servido de nada, pero bueno, ¡nos ha hecho mucha ilusión que vinierais!”
“Es la primera vez en la historia de nuestra nación que hemos visto desembarcar en nuestra tierra a auténticos soldados norteamericanos”, declaró la presidenta de Liberia, Ellen Johnson-Sirleaf. “No os podéis imaginar qué diferencia ha supuesto en las esperanzas de la gente. Les ha motivado a seguir adelante”.
A 2.400 millones de dólares, la motivación sale cara, ¡pero el amor no se paga con dinero!.
No obstante, la perspectiva no es tan alegre en
el país vecino, Sierra Leona. Según un artículo del mismoNew York Times:
“En Sierra Leona, los habitantes también se han hecho cargo de las cosas por su cuenta, criticando la lenta y desorganizada reacción de su gobierno y de Gran Bretaña, su antigua potencia colonial”.
Se han construido centros faraónicos en balde:
“En una colina en las afueras de la capital, se talaron los árboles y se sustituyeron por hectáreas de grava lisa. El nuevo centro de tratamiento del ébola parece tenerlo todo: suelos de caucho rosa, botas de látex blanco, cuartos de baño con olor a Ajax, paneles solares, una farmacia y hasta una caseta con un tejado de paja donde relajarse. Sólo le falta una cosa: personal. El centro ha abierto hace poco, pero no trabaja en él casi nadie. En una zona especialmente afectada por el ébola, en la que todos los días muere gente porque no hay ninguna clínica, en la clínica Kerry de las 80 camas, 60 están sin usar”.
Por desgracia, este disparate no constituye una excepción:
“La mitad de los pacientes de algunas clínicas creadas de emergencia para el ébola ni siquiera están enfermos de ébola, pero lleva tanto tiempo obtener los resultados de los análisis de sangre, que permanecen ahí durante días y más días, ocupando las camas de personas cuya vida está en peligro, e incrementando en gran medida su propio riesgo de contraer el virus al quedarse ahí”.
A pesar de esta lamentable confusión, los habitantes, sobre el terreno, hacen de tripas corazón. Ellos mismos han tomado las medidas necesarias y sencillas con lo que hay, lo cual ha servido de verdad para frenar la epidemia.
“Con las escuelas cerradas, los docentes despedidos son los que han seguido la difusión de la enfermedad; algunos pueblos han creado centros de aislamiento informales (mejor dicho, un cercado en el que metían a los enfermos para que no salieran); y en algunos barrios, los habitantes levantaron barricadas y tomaban la temperatura a los que entraban”.
“La caballería no llegaba”, afirma David Mandu Farley Keili-Coomber, jefe de la tribu mandu del este de Sierra Leona. “La caballería éramos nosotros”.
Y ya está.
“En Sierra Leona, los habitantes también se han hecho cargo de las cosas por su cuenta, criticando la lenta y desorganizada reacción de su gobierno y de Gran Bretaña, su antigua potencia colonial”.
Se han construido centros faraónicos en balde:
“En una colina en las afueras de la capital, se talaron los árboles y se sustituyeron por hectáreas de grava lisa. El nuevo centro de tratamiento del ébola parece tenerlo todo: suelos de caucho rosa, botas de látex blanco, cuartos de baño con olor a Ajax, paneles solares, una farmacia y hasta una caseta con un tejado de paja donde relajarse. Sólo le falta una cosa: personal. El centro ha abierto hace poco, pero no trabaja en él casi nadie. En una zona especialmente afectada por el ébola, en la que todos los días muere gente porque no hay ninguna clínica, en la clínica Kerry de las 80 camas, 60 están sin usar”.
Por desgracia, este disparate no constituye una excepción:
“La mitad de los pacientes de algunas clínicas creadas de emergencia para el ébola ni siquiera están enfermos de ébola, pero lleva tanto tiempo obtener los resultados de los análisis de sangre, que permanecen ahí durante días y más días, ocupando las camas de personas cuya vida está en peligro, e incrementando en gran medida su propio riesgo de contraer el virus al quedarse ahí”.
A pesar de esta lamentable confusión, los habitantes, sobre el terreno, hacen de tripas corazón. Ellos mismos han tomado las medidas necesarias y sencillas con lo que hay, lo cual ha servido de verdad para frenar la epidemia.
“Con las escuelas cerradas, los docentes despedidos son los que han seguido la difusión de la enfermedad; algunos pueblos han creado centros de aislamiento informales (mejor dicho, un cercado en el que metían a los enfermos para que no salieran); y en algunos barrios, los habitantes levantaron barricadas y tomaban la temperatura a los que entraban”.
“La caballería no llegaba”, afirma David Mandu Farley Keili-Coomber, jefe de la tribu mandu del este de Sierra Leona. “La caballería éramos nosotros”.
Y ya está.
Los Land Rover dotados de teléfonos vía satélite
de las organizaciones humanitarias occidentales regresan, y los aviones
despegan de vuelta a Europa y a los Estados Unidos. No habrán servido de casi
nada, pero este asunto ha hecho que se venda un buen montón de periódicos, que
durante meses suba la cuota de pantalla de televisiones y radios y que ciertos
líderes políticos y altos cargos internacionales vuelvan a aparecer como los
salvadores del mundo.
Habrá producido escalofríos a cientos de millones de occidentales hastiados, y la impresión deliciosamente perturbadora de que, al fin, pueda pasar algo aterrador.
Habrá producido escalofríos a cientos de millones de occidentales hastiados, y la impresión deliciosamente perturbadora de que, al fin, pueda pasar algo aterrador.
Siempre hay un ganador.
Por último, y por encima de todo, no hemos parado de
oír hablar del ébola, así que nadie debe sorprenderse de que la industria
farmacéutica ahora tenga numerosas campañas de vacunación en África ni de la
difusión de nuevos medicamentos supuestamente milagrosos.
El hecho de que la epidemia sólo afecte a unos centenares de personas no impide que algunos inviertan para vender millones de medicamentos, financiados por la generosa comunidad internacional (nuestros impuestos), cuyos fondos irán a parar directamente a las cuentas de las empresas farmacéuticas.
Su eficacia sigue siendo hipotética:
“Las primeras pruebas se mostraron alentadoras y brindaron la esperanza de estar mejor armados contra la fiebre hemorrágica”, explicaba la revista Sciences & Avenir el 6 de febrero de 2015, en un artículo titulado “Ebola: enfin un médicament efficace contre la maladie?” (Ébola: ¿por fin un medicamento eficaz contra la enfermedad?) (15)
Observen los prudentes signos de interrogación del título, porque en el artículo no aparece ni una cifra, lo cual es muy curioso, ya que se han realizado estudios científicos en enfermos. Se habla de resultados “bastante positivos” y de una “rápida curación”, pero se cuidan de dejarlo todo sin definir para así evitar interrogantes y críticas.
Me refiero a los mismos periodistas que, en lo relativo a la vitamina D o a los omega 3, siempre se precipitan a cuestionar la validez de los estudios y a exigir, antes de hablar positivamente, resultados nuevos que confirmen la confirmación de la confirmación…
En cambio, lo que sí está claro es que el medicamento contra el ébola ya se comercializa en Japón, y que el productor japonés aseguraba, a finales de 2014, que disponía de "suficientes reservas para más de 20.000 personas".
El hecho de que la epidemia sólo afecte a unos centenares de personas no impide que algunos inviertan para vender millones de medicamentos, financiados por la generosa comunidad internacional (nuestros impuestos), cuyos fondos irán a parar directamente a las cuentas de las empresas farmacéuticas.
Su eficacia sigue siendo hipotética:
“Las primeras pruebas se mostraron alentadoras y brindaron la esperanza de estar mejor armados contra la fiebre hemorrágica”, explicaba la revista Sciences & Avenir el 6 de febrero de 2015, en un artículo titulado “Ebola: enfin un médicament efficace contre la maladie?” (Ébola: ¿por fin un medicamento eficaz contra la enfermedad?) (15)
Observen los prudentes signos de interrogación del título, porque en el artículo no aparece ni una cifra, lo cual es muy curioso, ya que se han realizado estudios científicos en enfermos. Se habla de resultados “bastante positivos” y de una “rápida curación”, pero se cuidan de dejarlo todo sin definir para así evitar interrogantes y críticas.
Me refiero a los mismos periodistas que, en lo relativo a la vitamina D o a los omega 3, siempre se precipitan a cuestionar la validez de los estudios y a exigir, antes de hablar positivamente, resultados nuevos que confirmen la confirmación de la confirmación…
En cambio, lo que sí está claro es que el medicamento contra el ébola ya se comercializa en Japón, y que el productor japonés aseguraba, a finales de 2014, que disponía de "suficientes reservas para más de 20.000 personas".
Apuesto a que, dentro de poco, millones de dosis
a un precio desorbitado llegarán a África. Y si no son de esa marca, serán de
otra.
Por suerte, mientras tanto, la vida sigue en África.
Por suerte, mientras tanto, la vida sigue en África.
¡A su salud!.
Juan-M. Dupuis
P. D. 1: Llevo meses hablando del ébola. Si desea leer, o volver a leer, mis boletines anteriores, le invito a acceder a los enlaces siguientes:
Juan-M. Dupuis
P. D. 1: Llevo meses hablando del ébola. Si desea leer, o volver a leer, mis boletines anteriores, le invito a acceder a los enlaces siguientes:
P.D. 2: Curar
el ébola con una vacuna es como tratar la diabetes con píldoras. Las promesas de las pastillas que lo curan todo son
a menudo un obstáculo que impide llegar a soluciones reales, naturales y...
mucho más eficaces. Mire este vídeo. Está repleto de ejemplos y consejos
sencillos y demostrados contra la diabetes, la artrosis, la hipertensión, la
depresión...
******************************
Fuentes:
******************************
Fuentes:
1. “Ébola: informe de
situación”. 1 de abril de 2015. OMS.
2. “Factsheet: the leading causes of death in africa”. Africacheck.org
3.
“Global Diarrhea
Burden: Common illness, global killer”. Centers for disease control and
prenvention (CDC)
4. “Ébola: informe de
situación”. 1 de abril de 2015. OMS.
5. “Preguntas frecuentes
sobre la enfermedad por el virus del Ebola”. Organización Mundial de la Salud
(OMS)
6. “Mutations du virus
Ebola : quelles conséquences?”. Sciences et avenir. 17.09.2014.
7. “Roughly $1.8 Billion in Ebola Relief Donations Haven't Made it to Africa”.
Newsweek. 2.03.2015
8. “Ebola: les pays touchés demandent une aide massive”. Le Monde Africa.
4.03.2015
9. “One Dollar Baby Diarrhea Vaccine Could Save The Lives Of 100,000 Children
Every Year”. Amara.org
10. Malarone 250 mg/100 mg
11. Estimation du nombre
de futurs cas dans l'épidémie d'Ebola au Libéria et en Sierra Leone, 2014-2015”.
Centers for disease control and prenvention (CDC)
12. Ébola: informe de
situación”. 1 de abril de 2015. OMS.
13. Estimaciones de la
Organización Mundial de la Salud del 18.10.2013.
14. “As Ebola Rages, Poor Planning Thwarts Efforts”. The New York Times.
6.12.2014
15. “Ebola : enfin un
médicament efficace contre la maladie?” Sciences et avenir. 6.02.2015
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