En la
mañana del jueves 20 de noviembre el Papa Francisco dirigió un discurso a la
Sala Plenaria de la FAO, reunidos en ocasión de la Segunda Conferencia
Internacional sobre Nutrición (CIN2), evento organizado conjuntamente por la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)
y la Organización Mundial de la Salud (OMS), en colaboración con el Equipo de
tareas de alto nivel sobre la crisis mundial de la seguridad alimentaria (HLTF,
por sus siglas en inglés).
Este
evento reúne a numerosos jefes de estado y de gobierno, a responsables
nacionales de las políticas del sector agrícola, sanitario y otros ministerios
y organismos relevantes, asimismo a dirigentes de organismos de las Naciones
Unidas y otras organizaciones intergubernamentales y la sociedad civil.
En este
marco el Santo Padre resaltó la finalidad de este evento, señalando que es
importante «estudiar juntos las formas de intervención para asegurar la
nutrición, así como los cambios necesarios que se han de aportar a las
estrategias actuales».
En este
sentido el Papa dijo que «la Iglesia, como ustedes saben, siempre trata de
estar atenta y solícita respecto a todo lo que se refiere al bienestar
espiritual y material de las personas, ante todo de los que viven marginados y
son excluidos, para que se garanticen su seguridad y su dignidad».
“Vivimos
en una época – señalo el Pontífice – en la que las relaciones entre las
naciones están demasiado a menudo dañadas por la sospecha recíproca, que a
veces se convierte en formas de agresión bélica y económica, socava la amistad
entre hermanos y rechaza o descarta al que ya está excluido”.
En esta
perspectiva, espero que, en la formulación de dichos compromisos, afirmó el
Papa Francisco, los Estados se inspiren en la convicción de que el derecho a la
alimentación sólo quedará garantizado si nos preocupamos por su sujeto real, es
decir, la persona que sufre los efectos del hambre y la desnutrición.
Frente
a estos problemas Francisco exhortó a los líderes de gobierno a buscar la
justicia de modo concreto y no solo teórico, “las personas y los pueblos exigen
que se ponga en práctica la justicia; no sólo la justicia legal, sino también
la contributiva y la distributiva”.
Recordando
a su predecesor, el santo Papa Juan Pablo II, que intervino en la inauguración
de la Primera Conferencia sobre Nutrición, en 1992, puso en guardia a la
comunidad internacional ante el riesgo de la «paradoja de la abundancia»: hay
comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el derroche, el
descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están
ante nuestros ojos. Por desgracia, dijo el Obispo de Roma, esta «paradoja»
sigue siendo actual.
En su
discurso el Papa Francisco señaló que la falta de solidaridad es otro reto que
la Asamblea debería afrontar. “El segundo reto que se debe afrontar es la falta
de solidaridad. Nuestras sociedades se caracterizan por un creciente
individualismo y por la división; esto termina privando a los más débiles de
una vida digna y provocando revueltas contra las instituciones. Cuando falta la
solidaridad en un país, se resiente todo el mundo. En efecto, la solidaridad es
la actitud que hace a las personas capaces de salir al encuentro del otro y
fundar sus relaciones mutuas en ese sentimiento de hermandad que va más allá de
las diferencias y los límites, e impulsa a buscar juntos el bien común”.
En este
sentido, en la medida que los seres humanos, toman conciencia de ser parte
responsable del designio de la creación, dijo el Papa, se hacen capaces de
respetarse recíprocamente, en lugar de combatir entre sí, dañando y
empobreciendo el planeta.
Finalmente
el Pontífice recordó que es tarea de todo Estado estar atentos al bienestar de
sus ciudadanos, suscribirlas sin reservas, y preocuparse de su aplicación. En
esta tarea, la Iglesia Católica trata de ofrecer también su propia
contribución, mediante una atención constante a la vida de los pobres en todas
las partes del planeta; en esta misma línea se mueve la implicación activa de
la Santa Sede en las organizaciones internacionales y con sus múltiples
documentos y declaraciones.
“Se
pretende de este modo contribuir a identificar y asumir los criterios que debe
cumplir el desarrollo de un sistema internacional ecuánime. Son criterios que,
en el plano ético, se basan en pilares como la verdad, la libertad, la justicia
y la solidaridad; al mismo tiempo, en el campo jurídico, estos mismos criterios
incluyen la relación entre el derecho a la alimentación y el derecho a la vida
y a una existencia digna, el derecho a ser protegidos por la ley, no siempre
cercana a la realidad de quien pasa hambre, y la obligación moral de compartir
la riqueza económica del mundo”.
El
Santo Padre concluyó su intervención en la Conferencia Internacional invocando
el auxilio divino para afrontar estos retos y tareas. “Pido al Todopoderoso, al
Dios rico en misericordia, que bendiga a todos los que, con diferentes
responsabilidades, se ponen al servicio de los que pasan hambre y saben
atenderlos con gestos concretos de cercanía. Ruego también para que la
comunidad internacional sepa escuchar el llamado de esta Conferencia y lo
considere una expresión de la común conciencia de la humanidad: dar de comer a
los hambrientos para salvar la vida en el planeta. Gracias”.
(Fuente y texto completo: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=38834)
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