Ante esta situación nos viene a la memoria todo ese
proceso que se sigue para determinar "quién será el sucesor del papa que
estuvo hasta la fecha". Hay buenas informaciones en la red y de ellas
apuntamos unas pocas que nos puedan orientar:
Hasta
aquí.
Podrá haber gustado o no a unos u otros, a todos, pocos o muchos la labor
de Benedicto XVI; nosotros vamos a centrarnos especialmente en tres notas que
nos han parecido de gran valor positivo:
- Ha dedicado a la Iglesia un gran servicio alentando y resaltando lo esencial de nuestra fe: la figura de Jesucristo (sus libros publicados y todas sus alocuciones públicas durante su etapa papal así lo atestiguan).
- Habiéndole mirado con lupa desde el momento mismo de su nombramiento y augurando lo peor para la Iglesia, sin embargo ha realizado importantes y admirables gestos de humildad y sencillez: salió al paso de los escándalos de pederastia en los que hubo eclesiásticos implicados, pidió perdón públicamente allá donde estos pecados se dieron; acogió todas las críticas y revuelos que a veces provocaban sus palabras -muchas veces mal interpretadas- y tendió siempre la posibilidad de releer el discurso desde otras perspectivas;...
- Acompañó a toda la Comunidad eclesial, tan diversa, plural y rica en carismas como es (tarea que a muchos nos parece casi imposible habida cuenta de la enormidad de ritmos e intensidades de compromiso, expectativas a veces tan dispares como las hay); pudo quizás hacerlo mejor... o peor... pero no rehuyó este esfuerzo.
Un apunte más: su último mensaje para la Jornada Mundial por la Paz:
"Cambio"
es sinónimo de "oportunidad" para todos y para todo.
Se puede ir a mejor en unas cosas, a peor en otras, dependiendo de la
perspectiva desde la que cada cual contemple el hecho y también desde lo que se
desprende de una lectura atenta y bien reflexionada de la Palabra.
Lo importante para la Iglesia no es tanto quién sea o deje de ser el Papa;
lo importante para nosotros es la adhesión a Jesucristo y el consiguiente
compromiso y coherencia con esta adhesión; la tarea de la Iglesia
siempre ha sido y es el anuncio de la Buena Noticia. Los Apóstoles lo
sabían bien y puesto que habían captado que "la Buena Noticia era Dios
mismo y su infinito amor a toda la humanidad" centraron toda su
predicación en la figura de Jesucristo y su resurrección: ¿qué mejor garantía
para la humanidad que beber de las fuentes de donde brota la VIDA?.
Esto no se hace tampoco de cualquier manera. Esto se hace al estilo del
Maestro de Nazaret (no hay más que ver sus hechos, actitudes, releer sus
palabras, captar sus sentimientos, conocer sus predilectos o destinatarios
principales, en qué puso el acento principal,... y descubriremos enseguida ese
estilo al que nos referimos).
Podemos criticar lo que el vecino hace mal, podemos buscar y hallar mil y
una maneras de haber hecho las cosas mejor de como Benedicto XVI las ha hecho
(seguro, pues aunque es el Papa... no deja de ser humano y, por lo tanto,
limitado y con capacidad de equivocarse como de acertar). Siempre y en todo
caso... queda aquello de: ¿lo hubiera hecho yo mejor?, ¿se puede ganar una
carrera de motos sin subirse en una de ellas?. Aparte de este simplismo sí cabe
que nos planteemos muy en serio:
¿Qué
Iglesia queremos?.
La Iglesia la formamos todos los que habiendo recibido el Bautismo y
afirmando nuestra fe en Jesucristo a quien nos hemos adherido con ella, nos
proponemos vivir en el mundo de acuerdo con sus enseñanzas haciendo vida sus
mismas actitudes y el mismo fuego que a Él le movió: dar a conocer el verdadero
rostro de Dios y propiciar el reencuentro del ser humano con Dios hasta ser uno
con Él. Ésa es la tabla de Salvación.
Si esto lo hacemos cómo Jesucristo nos indica... entonces habrá que
insistir en lo que ya vivieron las primeras comunidades cristianas donde, dicho
sea de paso, había tensiones, limitaciones, no pocos problemas,... pero
también una fuerte tendencia hacia la unidad, el compartir, amor fraterno tan
visible y palpable que llamaba poderosamente la atención de aquéllos que
todavía no habían abrazado la fe en Jesucristo.
También tendremos que plantearnos:
- ¿Qué le está pasando a nuestro mundo?, ¿qué situaciones está viviendo que precisan de Salvación y de encuentro con Dios?, ¿"qué fraternidad universal" estamos construyendo hoy y queremos construir?.
- ¿Cómo es nuestra comunidad cristiana?, ¿vivimos al estilo de aquellas comunidades cristianas que aunque perseguidas y también con sus carencias sin embargo vivían con espíritu fraternal, unidas en torno a Jesús, orantes y comprometidos unos con otros?, ¿puede decir el mundo no-cristiano de nosotros: "mirad cómo se aman"?.
- ¿Somos capaces de "salir de nuestras zonas de seguridad" y atrevernos a plantar cara a estructuras que generan injusticia, pobreza, exclusión social y violencia?. ¿Cómo lo estamos haciendo?, ¿cómo lo podríamos hacer... a partir de ya?.
Son sólo algunos brochazos, pensamientos en voz alta, que planteamos
sencillamente para animarnos a construir Iglesia conforme el Evangelio nos
invita. Se puede cambiar de Papa, obispos,... se puede cambiar mil veces de
párroco, etc... pero el cambio verdadero de la Iglesia no está en los demás,
está en cada uno de nosotros y en cada una de nuestras pequeñas comunidades.
¿Habrá al final "fumatta blanca" en nuestros corazones?.
Somos personas.
ResponderEliminarPersonalismo comunitario, coomo sabes.
La conversión del corazón es inseparable del cambio de estructuras.
De conversión y reforma HABLÓ el Vaticano II.
Caminemos.
Seguimos.
Cada día su afán: ¿Se ha aprobado la iniciativa legislativa popular sobre deshaucios o la habloqueado la clase política y los "otros" poderes"?
Vayamosa lo esencial. Lo demás... añadidura.
pERO BUENO. Sí, hay que agradecer mucho a Ratzinger y le dería un abrazo con un leve y cariñoso, fraterno... toque de atención. Pero el abrazo tiene efectos positivos para la salud y las fuerzas. Se lo mando desde aquí, por supuesto. Javi Fuset
Yo,como cristiano " de a pié " y además sintiéndome en la Diáspora,hace años que soy contrario al papado según se ejerce desde que el cristianismo se alió con el poder temporal.
ResponderEliminarCogiendo por una parte las enseñanzas del Maestro de Nazaret y por otra los "Mandamientos de la Santa Madre Iglesia,Católica ,Apostólica y Romana ",me atrevo a opinar que estas segundas nunca las habría redactado el Jesús de los cristianos.Tampoco el estilo de vida de los clérigos que siguen como meta de sus vidas el ser ascendidos al cardenalato a través de un cierto escalafón,al estilo del mundo en varias profesiones.
Resumiendo: Que esa no es la Iglesia en la que creo y opino que tampoco es la que el Maestro de Nazaret desearía para sus discípulos,
Si identificamos a la Iglesia únicamente con sus errores o limitaciones... nos perdemos en lo que ES realmente la Iglesia; lo mismo ocurre si sólo la miramos desde lo perfecto, maravilloso y perfecto.
Eliminar¿Se agota la Iglesia con los Mandamientos de la Santa Madre Iglesia?, ¿acaso el Papa y, si se quiere, obispos, cardenales y todo el clero del mundo y además todas las congregaciones religiosas son la Iglesia?; sabes de sobra que no, hermano Juan. Iglesia somos muchos más, incluso quienes dicen sentirse alejados de ella... pero mantienen viva su fe auténtica en Jesucristo (en realidad es esto último lo que a TODOS y TODAS nos debe importar: una fe VIVA y auténtica).
Por lo tanto, es tarea de todos también que la Iglesia sea cada vez más fiel a Jesucristo y a su mensaje y para eso estamos. Todo lo demás es muy lejanamente secundario.