jueves, 19 de julio de 2012

Pobreza y agua


Isabel Cuenca

Comisión General de Justicia y Paz
"Justicia y Paz" de Sevilla

Abrir un grifo en la vivienda propia y que de él salga agua todos los días del año y un agua que se pueda beber sin riesgo para la salud es un lujo del que no disponen al menos 1.100 millones de personas en el mundo, según datos del PNUD de 2006. Poder asearse, lavar la ropa, defecar de forma que estas aguas sucias sean eliminadas por medio de canalizaciones seguras, sin filtraciones hacia las aguas potables y que estas canalizaciones funciones todo el año no es posible para al menos 2.600 millones de personas, según las fuentes antes citadas.
Disponer de acceso al agua debería ser considerado como un derecho humano fundamental, ya que las personas que no disponen de este servicio ven limitadas sus posibilidades de vivir libres de enfermedades ocasionadas por beber agua contaminada o por falta de higiene y les mantiene permanentemente en la pobreza, la vulnerabilidad y la inseguridad.
Carecer de acceso al agua y al saneamiento cobra su significado real cuando las personas se ven obligadas a obtenerla de acequias, lagos, fuentes y pozos contaminados y a compartir este agua con los animales.
Las principales víctimas son los niños: unos 6.000 mueren diariamente por enfermedades derivadas de esta carencia. Diarrea, tifus, equistosomiasis, cólera,... son enfermedades sin consecuencias o desconocidas para los niños de los países desarrollados. Poder tener una higiene mínima (lavarse las manos antes de comer, lavar los utensilios de cocina,...) evitaría la mayoría de estas muertes.

Otras víctimas de esta situación son las mujeres y las niñas. Ellas son las responsables de proveer a todos los miembros de la familia de agua. Para conseguirla se ven obligadas a caminar varias horas al día o a guardar largas colas, lo que les impide asistir a la escuela o emplear el tiempo para su propia promoción y autonomía.
Cuando las personas no tienen instalaciones sanitarias se ven obligadas a defecar en el campo, o en la casa en recipientes que tirarán por la noche a la calle, envueltos en bolsa de plástico: son las mundialmente conocidas como "toiletes voladoras" del barrio de Kimbera en Nairobi. Se calcula que 800.000 personas viven en estas condiciones nada más en este lugar.Hace unos años se estableció el Índice de Pobreza de Agua, IPA, (WPI son las siglas inglesas), que mide varios aspectos relacionados con el agua y la sociedad. Para determinar este índice se tienen en cuenta cuatro aspectos:
  1. Posibilidades de acceso a la misma. En muchas ciudades del mundo el agua llega con facilidad a los barrios de la gente con dinero pero no llega siempre o no lo hace en las debidas condiciones sanitarias, o el precio que hay que pagar para la instalación y la factura no está al alcance de todos. En estos casos, la población debe abastecerse de proveedores intermediarios que encarecen considerablemente el precio de la misma.
  2. Capacidad para manejar aspectos sociales (cómo lograr y manejar recursos para el agua, educación y salud). Es obvio que cuando la población tiene la formación suficiente y participa directamente en la gestión del agua, las políticas de ahorro y de buen uso de la misma se incrementan. De esta manera, es la sociedad la que se implica en la gestión del agua haciéndola más transparente y democrática.
  3. Uso del recurso. A veces hay agua suficiente pero su uso no está garantizado para toda la población, o es inadecuado para la mayoría de las personas. Es el caso de muchos lugares de Filipinas donde gran parte del agua necesaria para los cultivos de arroz es desviada a los campos de golf de los hoteles de lujo. Por esta razón muchos campesinos se ven obligados a abandonar sus tierras e irse a las grandes ciudades buscando mayores oportunidades para ellos y sus familias.
  4. Impacto medioambiental. Utilizar el agua sin criterios de sostenibilidad está llevando a un deterioro medioambiental de consecuencias imprevisibles en muchas partes de la Tierra. La extracción de aguas subterráneas mediante pozos en India está ocasionando que el nivel de la capa freática esté disminuyendo en muchas zonas a razón de un metro por año. En un breve espacio de tiempo, si no se pone remedio a esta situación, la desertización aumentará en una zona que está haciendo avances en la lucha contra la pobreza. El uso de las aguas superficiales, principalmente los ríos y la intervención excesiva en sus cauces por medio de presas y trasvases está llevando a que la mayoría de los grandes ríos americanos, asiáticos y africanos, no lleven sus aguas al mar durante largos períodos del año. El deterioro medioambiental de los ecosistemas que rodean a estas cuencas es grande y la pérdida de especies se está acelerando.
Una vez valorados todos estos parámetros se obtiene un índice de pobreza de agua. Los países de índice más alto son Finlandia, Canadá, Islandia, Noruega, Guyana, Surinán, Austria, Irlanda, Suecia y Suiza. Los más pobres son Haití, Níger, Etiopía, Eritrea, Malawi, Djibuti, Chad, Benín, Ruanda y Burundi. En la mayoría de los casos, el índice de pobreza está relacionado con el índice de desarrollo humano. 
En el año 2000, los jefes de Estado y de Gobierno, reunidos en las Naciones Unidas acordaron la Declaración del Milenio y se comprometieron a erradicar la pobreza, disminuir la enfermedad, conseguir una educación primaria para todos los niños y niñas del mundo, reducir las injusticias, proteger el medio ambiente.... Todo ello tiene que ver con el acceso al agua y con disponer de instalaciones sanitarias adecuadas. Medios económicos hay más que suficientes para lograrlo. Sólo hace falta la voluntad política para llevarlo a la práctica.
Bibliografía y artículos relacionados:

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