miércoles, 25 de julio de 2012

Pobreza y mujer

Asunción Muñoz
"Justicia y Paz" de Burgos
No podemos olvidar que entre las personas que viven en situación de pobreza, cuyo total se estima en 1.700 millones, más del 70% son mujeres. Por ello puede decirse sin temor a equivocarse que en nuestro mundo la pobreza tiene “rostro de  mujer”, y esto es así tanto para los países del Sur como para los países del Norte desarrollado, en los que también muchas realidades de pobreza tienen a la mujer como protagonista principal. De hecho, la constatación  de esta realidad ha conducido incluso a la introducción de una definición más amplia de la pobreza, en la que no sólo se toman en cuenta las necesidades básicas mínimas no cubiertas, sino que incluye también la denegación de oportunidades y opciones.
Feminización de la pobreza.
Así, ha tomado cuerpo en el último decenio el término "feminización de la pobreza" que, siguiendo a Clara Murguialday, resume tres fenómenos diferentes:
  1. El crecimiento de la proporción de mujeres entre la población pobre:  la feminización de la pobreza es un proceso y existe una tendencia a que la representación desproporcionada de las mujeres entre los pobres aumente de forma progresiva.
  2. El sesgo de género de las causas de la pobreza: mujeres y hombres tienen roles y posiciones diferentes en la sociedad, y la distinta incidencia de la pobreza en ambos es un resultado inevitable de este hecho.
  3. La mayor exposición de las mujeres a la pobreza, debido a los mayores niveles de inseguridad, precariedad y vulnerabilidad que sufren por su posición subordinada a los hombres en el sistema de relaciones de género.
Algunos datos y hechos significativos que ilustran esta situación son:
  • Las mujeres experimentan una mayor morbilidad en casi todas las etapas de la vida. Esta desventaja persiste aún excluyendo los problemas reproductivos. Todos los años, medio millón de mujeres mueren durante el embarazo o  el parto; es decir, esto representaría la muerte de una mujer por minuto debido a esas causas. Aunque a nivel mundial mueren menos mujeres en el parto, las cifras no se están reduciendo en los países más afectados. En África Subsahariana, sólo se atiende por sanitarios el 46% de los partos, siendo la zona en la que se producen la mitad de las muertes maternas ocurridas en el mundo. El riesgo a morir durante el embarazo o en el parto afecta a una de cada 16 mujeres en África Subsahariana; en los países ricos a una de cada 3.800.
  • Las niñas representan dos tercios de los 300 millones de niños que carecen de acceso a la educación. Las mujeres constituyen, de manera análoga, dos tercios de los 880 millones de adultos analfabetos que hay en el mundo.
  • 130 millones de niñas y adolescentes en todo el mundo han sido objeto de mutilación genital. Una de cada cinco mujeres en todo el mundo es víctima de violación o de intento de violación una vez en su vida. Entre el 25 y el 75% de las mujeres -dependiendo del país- sufren agresiones físicas o psicológicas en el entorno familiar.
  • El 64% de las personas de los países del Sur que viven con VIH son mujeres jóvenes y niñas.
  • En todo el mundo, las mujeres ganan como promedio un poco más del 50% de lo que ganan los hombres. En la región subsahariana las mujeres trabajan una media de 13 horas semanales más que los hombres en la producción de alimentos.
  • Las mujeres que viven en la pobreza a menudo se ven privadas del acceso a recursos de importancia crítica, como los préstamos, la tierra y la herencia. No se recompensa ni se reconoce su trabajo.
  • Sus necesidades en materia de atención de la salud y nutrición no son prioritarias, carecen de acceso adecuado a la educación y a los servicios de apoyo, y su participación en la adopción de decisiones en el hogar y en la comunidad es mínimo. Atrapada en el ciclo de la pobreza, la mujer carece de acceso a los recursos y los servicios para cambiar su situación. 
Los efectos negativos de la mundialización de la economía repercuten desproporcionadamente sobre la mujer. La vinculación cada vez mayor de la economía a los mercados mundiales a menudo da lugar a una reducción de los gastos públicos y de los programas sociales, trasladando el costo a las familias, donde suelen ser las mujeres las que llevan sobre sus hombros la carga adicional.
Para llegar al cambio.
Además de la necesidad inmediata de reparar  estas flagrantes situaciones de injusticia y desigualdad, es indudable que cada vez existe una mayor conciencia a nivel mundial del papel primordial que tienen las mujeres en la promoción del desarrollo y la lucha contra la pobreza en todas las sociedades y culturas. Así, los “Objetivos del Milenio” plantean claramente “promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres”, priorizando la lucha contra las desigualdades de género como Objetivo a perseguir para el 2015. En concreto, proponen metas concretas como:
  1. “Reducir la tasa de mortalidad materna en tres cuartas partes para 2015”.
  2. “Eliminar la disparidad de género en educación primaria y secundaria preferentemente antes de 2005, y en todos los niveles educativos antes del final del 2015”.
Esta  “estrategia de empoderamiento” se ha formulado en general como encaminada al acceso y control igualitario por parte de las mujeres sobre todo tipo de recursos (físicos, humanos, intelectuales, etc.) y también sobre el mundo de  la cultura y la ideología (creencias, valores, actitudes). Y para que tenga éxito se hace necesario exhortar a los países a "emprender reformas legislativas y administrativas con miras a conceder a las mujeres pleno e igual acceso a los recursos económicos, incluido el derecho a  la herencia y la posesión de  tierras".
Porque hemos de ser conscientes de que la potenciación del papel económico de la mujer es un factor de importancia crítica para liberar a millones de personas que están atrapadas en el círculo de la pobreza y el hambre. Proporcionando a la mujer acceso a las  oportunidades económicas y educacionales, así como la autonomía necesaria para aprovechar  esas oportunidades, se  superaría un importante obstáculo que entorpece la erradicación de la pobreza.
Finalmente, conviene recordar que la experiencia nos muestra la importancia de potenciar el tejido social creando redes de mujeres en las que sea posible compartir anhelos y proyectos, apoyarse y organizarse. El papel decisivo de la mujer en la erradicación de la pobreza pasa por aumentar su visibilidad y por fortalecer y dignificar su presencia en todos los ámbitos de la sociedad, también en los países desarrollados.
BIBLIOGRAFÍA Y OTROS ELEMENTOS PARA AMPLIAR O CONTRASTAR:

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