miércoles, 20 de noviembre de 2013

Sin violencia...

"¡NO al maltrato!. ¡NO a la violencia contra la mujer!. ¡Basta ya!".
Es el grito unánime de toda la sociedad no sólo en este 25 de noviembre de cada año sino a lo largo del mismo,... o así debiera serlo más que con palabras, con hechos y actitudes.
Pero diría más: "¡SÍ al respeto absoluto a la dignidad humana! -sea de mujer o de hombre-. ¡SÍ a todos los caminos que lleven al encuentro hombre-mujer!. ...",...quizás ese cambio de perspectiva llevara a mirar nuestro devenir con otras actitudes de una moral mucho más positiva.

Está bien.
Está bien y es necesario que conozcamos la realidad de esta lacra que no cesa de la violencia contra la mujer porque es preciso que tomemos conciencia de lo que está pasando y a dónde están llegando los extremos de nuestra inhumanidad y falta de respeto a la dignidad de todo ser humano (sea hombre o sea mujer, sea anciano o sea un niño o incluso más: un no-nacido) y para muestra... esto:
Está bien y más que bien que defendamos a quien sufre violencia y salgamos a la calle, realicemos cuantos actos creamos necesarios para impulsar aún más ese grito que llama a la eliminación de este sinsentido degradante de la dignidad de todos (cuando se atenta contra la mujer se atenta contra todos: hombres y mujeres, no es pues una cuestión de género únicamente, es mucho más).
Está bien y muy bien que se promulguen leyes que favorezcan la aplicación de medidas para preservar la seguridad e integridad de la mujer, máxime cuando hay riesgo evidente de sufrir maltratos de todo tipo o incluso peligre su vida. Estaría aún mejor que esas leyes fueran más eficaces, estuvieran respaldadas por medios o recursos sociales específicos y la mujer víctima de agresión pudiera sentir plena seguridad en ellas.
Está bien y es urgente que exista auténtica conciencia planetaria del respeto y consideración de toda mujer como ciudadana de pleno derecho independientemente de cuestiones políticas, culturales, religiosas, ideológicas, raciales,... de tal manera que siempre y en todo caso se le reconozcan idénticos derechos humanos en paridad con el varón.
...
Y está bien todo esto porque es la manera concreta en que vamos construyendo la sociedad y la ayudamos a caminar hacia un modelo de familia humana en la que no sólo somos reconocidos todos como seres humanos sino que además hacemos patente en los hechos y actitudes ese reconocimiento.
Así nos lo dice la Doctrina Social de la Iglesia:
Necesitamos ir todos a una.
Ésa es nuestra reivindicación como Iglesia que somos también. Quien sufre violencia, explotación, esclavitud en pleno S.XXI,... necesita urgentemente del apoyo total, unánime, de toda la sociedad: máxime de quienes partiendo de los valores del Evangelio y de esta D.S.I. que mencionábamos antes defendemos en todos los  foros de nuestra sociedad la dignidad de la mujer en igualdad plena con la del varón ya que "ambos, uno y otro, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios".
Es preciso, por lo tanto, que unamos nuestras voces y nuestros pasos a quienes con buena voluntad tratan de ayudar a la mujer a salir de toda forma de violencia en la que se halle sometida.
La violencia contra la mujer es un hecho conocido desde la antigüedad y reconocido como un problema social. Las Naciones Unidas en su 85ª sesión plenaria, el 20 de diciembre de 1993, ratificó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, donde se afirma que esta violencia es un grave atentado a los derechos humanos de la mujer y de la niña.
En el artículo 1 define la violencia contra la mujer:
A los efectos de la presente Declaración, por "violencia contra la mujer" se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

Algunos dicen:
- "No se puede ir todos a una cuando hay grupos que aprovechan esta celebración para reivindicar el derecho a matar a las víctimas más inocentes: ahí está el aborto voluntario por el que tanto claman algunos que dicen ser "progresistas" con el pretexto de defender los "derechos reproductivos" de la mujer, eufemismo que esconde ese terrible crimen, y por el cual dan a entender que un ser humano pueda aniquilar a otro ser humano con la más absoluta impunidad".

Nada que objetar. Es cierto que hay grupos, de diferentes signo político, que tienen por costumbre "mezclar la velocidad con el tocino" y en esa dinámica hacer valer todo metiéndolo en el mismo saco. Pero acordémonos del Maestro: nunca rehuyó anunciar los valores del Reino ante nadie, ni siquiera ante quienes pudieran utilizar esto como excusa para matarle y tratar de quitarle de en medio.
Y todos sabemos que no lo hizo por masoquismo sino porque Dios es PADRE de TODOS y su Salvación por lo tanto es también PARA TODOS sin excepción; otra cuestión es lo que finalmente cada cual quiera hacer con esa propuesta de Salvación.
El Maestro de Nazaret acompañó los pasos de la  humanidad por todos los caminos en los que ella andaba presente y en medio de los abismales contrastes con los que se encontró; los mismos que hoy hallamos nosotros.

Nuestras propuestas globales:
  1. Dice San Agustín:  "En lo fundamental, unidad; en la duda, libertad; en todo, caridad”. Para poder seguir estas palabras en el campo de la moral cristiana es necesaria una comunidad cristiana que crea plenamente en la presencia del Espíritu de Jesús de Nazaret en nuestro mundo. Una comunidad que tolere la diversidad, cuando es en el amor y en el diálogo sincero y honesto de quien es consciente de estar en el camino hacia la plenitud del Reino de Dios.
  2. "La Iglesia profesa sinceramente que todas las personas, creyentes o no creyentes, deben contribuir en la acertada construcción de este mundo en el que todos viven, lo cual es imposible sin un auténtico y prudente diálogo” (GS, n. 21)(16). Por lo tanto, aunque podamos ser críticos con hechos, actitudes e ideologías reduccionistas e incluso contrarias a la propia dignidad humana en algunos sentidos, no por ello debemos estar al margen sino más bien en constante diálogo con ellos también.
  3. "Por consiguiente" -como diría aquél- mantengamos siempre la actitud abierta ante esta gran diversidad de perspectivas y dialoguemos con todas, sin excluir ninguna; mantengamos nuestras propuestas, razonémoslas y presentémoslas como una oferta, siempre.
  4. Quienes sufren violencia, volvemos a decir, no pueden permitirse el lujo de esperar a que sean todos exactamente de nuestro parecer; necesitan urgentemente acuerdos efectivos que les ayuden a liberarse de esa violencia. Cada cual vea en sus contextos particulares y con quienes tengamos al lado "cómo hacer" para trabajar juntos en esa lucha por la dignidad de todo hombre o mujer.
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