Serge Latouche, el precursor de la teoría del decrecimiento, aboga por una sociedad que produzca menos y consuma menos
Latouche en París hace un mes. / DANIEL MORDZINSKI
Corría el año 2001 cuando al economista Serge Latouche le tocó
moderar un debate organizado por la Unesco. En la mesa, a su izquierda,
recuerda, estaba sentado el activista antiglobalización José Bové; y más allá,
el pensador austriaco Ivan Illich. Por aquel entonces, Latouche ya había podido
comprobar sobre el terreno, en el continente africano, los efectos que la occidentalización producía sobre el llamado Tercer
Mundo.
Lo que estaba de moda en aquellos años era hablar de desarrollo
sostenible. Pero para los que disentían de este concepto, lo que conseguía el
desarrollo era de todo menos sostenibilidad.
Fue en ese coloquio cuando empezó a tomar vuelo la teoría del
decrecimiento, concepto que un grupo de mentes con inquietudes ecológicas
rescataron del título de una colección de ensayos del matemático rumano
Nicholas Georgescu-Roegen.
Se escogió la palabra decrecimiento para provocar. Para despertar
conciencias. “Había que salir de la religión del crecimiento”, evoca el
profesor Latouche .......
Así nació esta línea de pensamiento, ... Un movimiento que se
podría encuadrar dentro de un cierto tipo de ecosocialismo, y en el que
confluyen la crítica ecológica y la crítica de la sociedad de consumo para clamar contra la cultura de usar
y tirar, la obsolescencia programada, el crédito sin ton ni son y los
atropellos que amenazan el futuro del planeta.
...
Pregunta. Estamos inmersos en plena crisis, ¿hacia dónde cree usted que se
dirige el mundo?.
Respuesta. La crisis que estamos viviendo actualmente se viene a sumar a
muchas otras, y todas se mezclan. Ya no se trata solo de una crisis económica y
financiera, sino que es una crisis ecológica, social, cultural… o sea, una
crisis de civilización. Algunos hablan de crisis antropológica…
“La oligarquía financiera tiene a su servicio a toda una serie de
funcionarios: los jefes de Estado”.
P. ¿Es una crisis del capitalismo?.
R. Sí, bueno, el capitalismo siempre ha estado en crisis. Es un
sistema cuyo equilibrio es como el del ciclista, que nunca puede dejar de
pelear porque si no se cae al suelo. El capitalismo siempre debe estar en
crecimiento, si no es la catástrofe. Desde hace treinta años no hay
crecimiento, desde la primera crisis del petróleo; desde entonces hemos
pedaleado en el vacío. No ha habido un crecimiento real, sino un crecimiento de
la especulación inmobiliaria, bursátil. Y ahora ese crecimiento también está en
crisis.
Latouche aboga por una sociedad que produzca menos y consuma menos.
Sostiene que es la única manera de frenar el deterioro del medioambiente, que
amenaza seriamente el futuro de la humanidad. “Es necesaria una revolución.
Pero eso no quiere decir que haya que masacrar y colgar a gente. Hace falta un
cambio radical de orientación”. En su último libro, La sociedad de la
abundancia frugal, editado por Icaria, explica que hay que aspirar a una mejor
calidad de vida y no a un crecimiento ilimitado del producto interior bruto. No
se trata de abogar por el crecimiento negativo, sino por un reordenamiento de
prioridades. La apuesta por el decrecimiento es la apuesta por la salida de la
sociedad de consumo.
P. ¿Y cómo sería un Estado que apostase por el decrecimiento?.
R. El decrecimiento no es una alternativa, sino una matriz de
alternativa. No es un programa. Y sería muy distinto cómo construir la sociedad
en Texas o en Chiapas.
P. Pero usted explica en su libro algunas medidas concretas, como los
impuestos sobre los consumos excesivos o la limitación de los créditos que se
conceden. También dice que hay que trabajar menos, ¿hay que trabajar menos?.
R. Hay que trabajar menos para ganar más, porque cuanto más se
trabaja, menos se gana. Es la ley del mercado. Si trabajas más, incrementas la
oferta de trabajo, y como la demanda no aumenta, los salarios bajan. Cuanto más
se trabaja más se hace descender los salarios. Hay que trabajar menos horas
para que trabajemos todos, pero,
sobre todo, trabajar menos para vivir mejor. Esto es más importante y más
subversivo. Nos hemos convertido en enfermos, toxicodependientes del trabajo. ¿Y qué hace la gente cuando le reducen
el tiempo de trabajo? Ver la tele. La tele es el veneno por excelencia, el
vehículo para la colonización del imaginario.
P. ¿Trabajar menos ayudaría a reducir el paro?.
R. Por supuesto. Hay que reducir los horarios de trabajo y hay que
relocalizar. Es preciso hacer una reconversión ecológica de la agricultura, por
ejemplo. Hay que pasar de la agricultura productivista a la agricultura
ecológica campesina.
P. Le dirán que eso significaría una vuelta atrás en la Historia…
R. Para nada. Y en cualquier caso,
no tendría por qué ser obligatoriamente malo. No es una vuelta atrás, ya hay
gente que hace permacultura y eso no tiene nada que ver con cómo era la
agricultura antaño. Este tipo de agricultura requiere de mucha mano de obra, y
justamente de eso se trata, de encontrar empleos para la gente. Hay que comer
mejor, consumir productos sanos y respetar los ciclos naturales. Para todo ello
es preciso un cambio de mentalidad. Si se consiguen los apoyos suficientes, se
podrán tomar medidas concretas para provocar un cambio.
...
“Es necesaria una
revolución. No hay que colgar a nadie, sino que hace falta un cambio radical de
orientación”.
P. Dice usted que la teoría del decrecimiento no es tecnófoba, pero a
la vez propone una moratoria de las innovaciones tecnológicas. ¿Cómo casa eso?.
R. Esto ha sido mal entendido. Queremos una moratoria, una
reevaluación para ver con qué innovaciones hay que proseguir y qué otras no
tienen gran interés. Hoy en día se abandonan importantísimas líneas de
investigación, como las de la biología del suelo, porque no tienen una salida
económica. Hay que elegir. ¿Y quién elige?: las empresas multinacionales.
Latouche considera que las democracias, en la
actualidad, están amenazadas por el poder de los mercados. “Ya no tenemos
democracia”, proclama..... “Estamos dominados por una oligarquía económica y
financiera que tiene a su servicio a toda una serie de funcionarios que son los
jefes de Estado de los países”. Y sostiene que la prueba más obvia está en lo
que Europa ha hecho con Grecia, sometiéndola a estrictos programas de
austeridad. “Yo soy europeísta convencido, había que construir una Europa, pero
no así. Tendríamos que haber construido una Europa cultural y política primero,
y al final, tal vez, un par de siglos más tarde, adoptar una moneda única”.
Latouche sostiene que Grecia debería declararse en suspensión de pagos, como
hacen las empresas. “En España, su rey Carlos V quebró dos veces y el país no
murió, al contrario. Argentina lo hizo tras el hundimiento del peso. El
presidente de Islandia, y esto no se ha contado suficientemente, dijo el año
pasado en Davos que la solución a la crisis es fácil: se anula la deuda y luego
la recuperación viene muy rápido”.
P. ¿Y esa sería también una solución para otros países como España?.
R. Es la solución para todos, y se acabará haciendo, no hay otra. Se
hace como que se intenta pagar la deuda, con lo que se aplasta a las
poblaciones, y se dice que de este modo se liberan excedentes que permiten
devolver la deuda, pero en realidad se entra en un círculo infernal en el que
cada vez hay que liberar más excedentes. La oligarquía financiera intenta
prologar su vida el máximo tiempo posible, es fácil de comprender, pero es en
detrimento del pueblo.
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