lunes, 10 de diciembre de 2012

Encarnarnos en la Iglesia



MARC VILARASSAU ALSINA, SJ

Integrar en la fe la «cruz eclesial».
En otro artículo publicado decía que «el dog­ma cristiano de la encarnación no afecta sólo a la asunción de una carne biológica en Jesús de Nazaret, sino también de una carne histórica en la Iglesia... El deseo de seguir a Jesús pasa también por este Getsemaní ecle­sial». La pureza espiritual del Evangelio nos llega siempre a través de una mediación impura. Así son las cosas humanas, excepto para los ilumina­dos que viven en esferas diferentes. La «cruz eclesial» forma parte de la fe. No sólo la cruz, sino también la alegría eclesial, por supuesto; pero una de las razones de nuestra falta de alegría es que vivimos dicha «cruz eclesial» sin integrarla en la fe.
¿Qué quiere decir, entonces, integrar en la fe la «cruz eclesial»?. Algo así como asumir que nunca ha existido una vivencia eclesial que no com­porte un vaciamiento, una asunción del límite de toda mediación, una incorporación de la complejidad y de lo incompleto a la propia cons­ciencia de pertenecer a un cuerpo vivo y diverso. Una fe sin iglesia sólo es posible en el gnosticismo, como una resurrección sin carne o como una encarnación sin cuerpo.
El acompañamiento pastoral debería ayudar a las personas a valorar y vi­vir a fondo las experiencias positivas de Iglesia, que son muchas, así co­mo a integrar desde la fe las experiencias negativas, que no son pocas. Es­te me parece uno de los requisitos fundamentales, si lo que queremos es promover una vivencia eclesial sana y apostólicamente estimulante. El acompañamiento espiritual, especialmente el de los jóvenes, debería incorporar el elemento eclesial para ayudar a integrarlo positivamente, con el conjunto de la vida eclesial.
Y conciencia crítica sin dejar de ser filial. Debe quedar claro que la Iglesia no somos un club de amigos bien avenidos ideológicamente. Y, ¡ojo!, eso no quiere decir que tengamos que dejar fuera nuestra ideología o nues­tras inquietudes o nuestro carisma... Todo lo contrario: tenemos que lle­varlo bien adentro, mirar de convencer a todos de que aquello que ve­mos tan claro es lo más evangélico. Pero como quien camina con otros, construyendo, proponiendo... y soportando las lentitudes, los golpes de timón motivados por el miedo, los retrocesos; sin desanimarnos dema­siado, reconociéndonos una vez más en la mirada que Jesús no le ha ne­gado, a pesar de todos los pesares, a Pedro.

PARA LA VIDA:
A menudo oímos expresiones como ésta: "Yo creo en Dios pero no en la Iglesia". También observamos cómo otros apostatan de la Iglesia entre expresiones de vergüenza ajena "porque ella ha cometido muchos y graves errores o porque lo que dicen algunos de sus miembros no es de su cuerda" y... claro ¿cómo van a seguir siendo miembros de ella siendo esta Iglesia como es? (sin embargo no tienen problema alguno en dar su voto o militar en partidos políticos que bendicen el aborto o promueven el capitalismo salvaje aunque éste machaque al pobre y desvalido para llenar las arcas, más aún, de los enriquecidos a base de expoliar a los demás).
En primer lugar es en Dios en quien descansa y de donde nace nuestra fe, aunque la Iglesia haya tenido muchísimo que ver con que la fe haya llegado a nosotros; en segundo lugar quien apostata de la Iglesia por ser imperfecta o porque está harto de sus errores del pasado y del presente... debiera darse cuenta de que la Iglesia aunque esté asistida por el Espíritu de Dios está formada por personas, tan humanas como quien apostata de ella.
Sea como fuere:

  • ¿En qué nos tiene que hacer pensar y a qué nos tiene que mover el hecho de que haya quien abandone la Iglesia por nuestra falta de testimonio?. ¿Qué actitudes deberíamos cuidar mejor para ayudar a los hermanos a encontrar una confianza más honda en la Comunidad? (eso significa la palabra Iglesia).
  • Todos los bautizados somos Iglesia, por muy limitados e imperfectos que seamos, pero también es verdad que "si un policía tiene como parte de su misión la lucha contra el crimen... sería enormemente escandaloso que ese policía fuera un criminal"; si un cristiano lo es porque ha optado vivir en total adhesión a Jesucristo no tendría ningún sentido que luego se comporte como si Jesucristo no tuviera nada que ver con él; ése es el gran escándalo. ¿En qué, pues, ha de consistir nuestra "encarnación" en la Iglesia que somos todos los creyentes en Jesús de Nazaret y formamos parte de esta Iglesia?, ¿para qué nos pueden servir nuestros errores, limitaciones y pecados?.
  • ¿Cómo vivir en nuestras comunidades de base, en nuestras parroquias, movimientos cristianos,... de manera más auténtica, menos escandalizante y al mismo tiempo más encarnados con toda nuestra realidad eclesial?, ¿a qué te comprometes personalmente para ayudar en ese proceso?.

No hay comentarios:

Publicar un comentario