“¿Por qué tienes que ir al colegio y hacer sufrir a tu madre para que pague las tasas, si al final tu único trabajo será el cuidado de la casa, de tu marido y de tus hijos? El colegio no es para las niñas. ¡Es cosa de hombres! ¡No seas tan egoísta y trabaja!”, me dice siempre mi tía.
Aunque nos pueda parecer algo impensable, este es el testimonio de Wilma, una niña de 14 años que vive en Sudán del Sur. Como a tantas niñas, le encanta ir al colegio y su sueño es convertirse en matrona para poder ayudar a muchas mujeres como su madre a poder dar a luz en unas condiciones adecuadas. Pero continuar con sus estudios no es nada fácil para ella. A veces, su madre no puede pagar las tasas y Wilma no puede asistir al colegio. Otras veces, debe quedarse en casa para trabajar en la granja familiar.
Su familia piensa que lo importante es que aprenda todas las tareas del hogar, porque una niña debe ser capaz de cocinar, limpiar, cuidar de los enfermos, los ancianos y los niños, hacer las tareas de la granja y cuidar del ganado. Si no, se le considera una vergüenza para la familia por no haber sido educada “como debe ser”.
El futuro de una niña en lugares como Yambio, en Sudán del Sur, y muchos otros países del mundo es, en muchos casos, casarse forzosamente, aún siendo niña, para ayudar económicamente a su familia, a través de “la dote” que recibe al casarla, y pasar el resto de su vida haciéndose cargo de la casa y los hijos.
Millones de niñas se ven obligadas a abandonar sus estudios para trabajar, casarse o realizar las tareas del hogar. No pueden elegir con quién o cuándo se casarán y tampoco pueden decidir su futuro.
A través de nuestro programa La LUZ de las NIÑAS, trabajamos para protegerlas y prevenir la violencia que sufren en sus entornos. Fomentamos su acceso y permanencia en la escuela y promovemos su participación y desarrollo. Más de 71.000 niñas de 20 países ya forman parte del programa.
Porque todas las niñas tienen derecho a soñar a lo grande.
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