Por Daniel Izuzquiza, SJ. Director de Razón y Fe y de Entre Paréntesis.
Ya se hizo pública la esperada encíclica
del papa Francisco sobre la ecología. El título, 'Laudate si', está tomado del
Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís, y lleva como subtítulo “el
cuidado de la casa común”. Son casi 200 páginas en la traducción castellana,
agrupadas en 246 números y acompañada de 172 notas a pie de página.
Es, por tanto, imposible ofrecer aquí un resumen y una valoración detallada de la encíclica. Son seis capítulos, que siguen el esquema ya clásico del ver (capítulo 1)/juzgar (caps. 2-4)/actuar (caps. 5-6). En este comentario nos limitamos a indicar y comentar siete claves de lectura para una encíclica y una temática urgentes.
Es, por tanto, imposible ofrecer aquí un resumen y una valoración detallada de la encíclica. Son seis capítulos, que siguen el esquema ya clásico del ver (capítulo 1)/juzgar (caps. 2-4)/actuar (caps. 5-6). En este comentario nos limitamos a indicar y comentar siete claves de lectura para una encíclica y una temática urgentes.
1.- La clave
científica.
Antes de ser publicada, la encíclica y el propio Papa han sido
duramente criticados por algunos sectores queriendo aplicarle el dicho popular “zapatero a tus zapatos”. Sin leer el texto, ya estaban diciendo que
había errores científicos, que el Papa no sabe de cuestiones científicas y no
debe meterse en cuestiones polémicas. Ahora bien, cualquier Papa en
cualquier encíclica consulta a diversos
expertos, como ha sido el caso. El análisis de situación que recoge el texto se
basa, de manera clara, en los consensos científicos del momento. Y las
afirmaciones son matizadas, ponderadas y equilibradas. Por referirme sólo a dos
de las cuestiones más polémicas, sugiero leer el número 23 sobre el cambio
climático o el núm. 133 sobre los organismos genéticamente modificados.
Analizadas las aportaciones de la ciencia, con sus claridades y sus cuestiones
abiertas, “sin duda hace falta una atención constante, que lleve a considerar
todos los aspectos éticos implicados” (núm. 135).
2.- La clave ético-filosófica.
Si bien en el terreno
científico el planteamiento es mesurado, la encíclica contiene una crítica dura
y contundente al “paradigma tecnocrático dominante” (núm. 101). No porque la
ciencia y la tecnología sean malas, sino porque “la humanidad de hecho ha
asumido la tecnología y su desarrollo junto con un paradigma homogéneo y
unidimensional” (núm. 106). Pero es que, además, “el paradigma tecnocrático
también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política” (núm.
109). Por ello, estamos “ante la urgencia de avanzar en una valiente revolución
cultural” (núm. 114) que permita superar la “gran desmesura antropocéntrica”
(núm. 116), sin caer en el biocentrismo ni “colocar en un segundo plano el
valor de las relaciones entre las personas” (núm. 119).
3.- La clave política.
Es también relevante para leer la
encíclica, que ha querido presentarse con suficiente tiempo antes de la Cumbre
de Desarrollo Sostenible en septiembre de 2015 y la Cumbre sobre Cambio
Climático, en diciembre de este mismo año. La valoración global es clara y
negativa: “las Cumbres mundiales sobre el ambiente de los últimos años no
respondieron a las expectativas porque, por falta de decisión política, no
alcanzaron acuerdos ambientales globales realmente significativos y eficaces”
(núm. 166). Tras hacer un llamamiento a una acción política que supere la
estrategia electoralista y las visiones a corto plazo, el Papa reivindica “una
política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo
integral” (núm. 197) y que deje de estar dominada por los intereses económicos,
evitando “una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los
problemas se resuelven sólo con el crecimiento de los beneficios de las
empresas o de los individuos” (núm. 190).
4.- La clave social.
El Papa Francisco está convencido de
que se “debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para
escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (núm. 49).
Como San Francisco de Asís, sabe “hasta qué punto son inseparables la
preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con
la sociedad y la paz interior” (núm. 10). Por ello, la encíclica habla de
inequidad planetaria o de deuda ecológica entre el Norte y el Sur, y se
convierte “en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los
más pobres” (núm. 158) y denuncia, una vez más, la globalización de la
indiferencia. Quizá sea esta una de las insistencias del documento, que no ve
la ecología como una moda snob de burgueses acomodados, sino de una cuestión
clave para las poblaciones empobrecidas de nuestra Tierra.
5.- La clave cultural.
Esta clave se despliega al menos
en tres asuntos, que sólo podemos esbozar.
- Primero, “reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente” (núm. 143), vinculando las amenazas a biodiversidad con los ataques a la diversidad cultural, sobre todo de las minorías empobrecidas.
- Segundo, reconoce que estamos ante “un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración” (núm. 202), tema al que dedica el sexto capítulo, sobre educación y espiritualidad ecológica.
- En tercer lugar, una relevante cuestión de género literario: como ya ha hecho en otras ocasiones, muy llamativamente en la exhortación Evangelii Gaudium, el papa Francisco acoge buena parte de los documentos de diversas Conferencias Episcopales de todo el mundo. En esta ocasión, hay más de veinte referencias, de países de los cinco continentes y de entidades de coordinación como el CELAM en América Latina o la FABC en Asia.
6.- La clave teológica.
Aunque la encíclica está dirigida
a todas las personas, creyentes o no (y ésta es otra de sus novedades), hay en
ella un desarrollo explícitamente teológico. Tras el primer capítulo dedicado a
“lo que le está pasando a nuestra casa”, el Papa dedica el segundo capítulo a
desarrollar el Evangelio de la creación: “la creación sólo puede ser entendida
como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una realidad
iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal” (núm. 76).
Desde aquí se recupera el sentido de la gratuidad y la contemplación, el
destino universal de los bienes y la responsabilidad en el cuidado de la
creación, entre otras implicaciones básicas. “Todo está conectado, y eso nos
invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del
misterio de la Trinidad” (núm. 240).
7.- La clave espiritual.
En línea con Juan Pablo II, el
papa Francisco llama a una verdadera conversión ecológica, y añade: “quiero
proponer a los cristianos algunas líneas de espiritualidad ecológica que nacen
de las convicciones de nuestra fe, porque lo que el Evangelio nos enseña tiene
consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir” (núm. 219). Continúa
indicando que “la conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo
de cambio duradero es también una conversión comunitaria” (núm. 229). Hablará
después de gratuidad y gratitud, de sobriedad, de humildad, de paz y de otras
“sólidas virtudes” (núm. 211). Es curioso y significativo que la encíclica
termine con dos oraciones (núm. 246), una para todos los creyentes y otra
específica para los cristianos. Está en consonancia con los destinatarios de la
carta, pues ya desde el principio de la encíclica dice el Papa: “quiero
dirigirme a cada persona que habita este planeta” (núm. 3). Ojalá cada persona
pueda escuchar este mensaje urgente y comprometerse en el cuidado de nuestra
casa común.
Para leer la encíclica completa, pinchar AQUÍ.
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