domingo, 24 de marzo de 2013

El Cristo roto de hoy

Atrás queda el recuerdo de aquellas procesiones de Semana Santa, rezos del Via Crucis,... en los que lo sobresaliente era, por una parte, "destacar el sufrimiento de Jesús Nazareno" y, por otra, "nuestra falta de sensibilidad a tanto dolor".
En el corazón de niño que entonces podía albergar me asaltaban dudas y certezas, preguntas angustiosas y también muchas lágrimas.
Me preguntaba "cómo los adultos pueden ser tan crueles con alguien que no había hecho daño alguno", no acertaba a comprender tampoco "cómo Jesús callaba y no hacía nada por salir de aquella situación, aquel callejón sin salida" ni tampoco cómo era posible que aquel Pilatos fuera tan cobarde de no usar su poder para dejar de condenar a un inocente".
Tenía la seguridad y certeza de que "yo no permitiría que eso le sucediera a nadie que estuviera cerca mío si de mí dependiera",... incluso me ponía a imaginar "lo que podría hacer para evitar que le pasara eso a Jesús".
Mis dudas caminaban de acuerdo con lo que observaba en las maneras en que se presentaban aquellas vivencias de Jesús en sus últimos días antes de morir y resucitar: era concluir los rezos y las procesiones... y todo seguía igual que antes; aquellas muestras de fervor se quedaban en nada, tanto boato ¿para nada?. Mis 8, 9 10 años de edad no me daban para más.

Más tarde, a partir de mis 16 años en que se inició una nueva etapa, aún siguiendo con estos rezos y ritualismos de Semana Santa, empecé a relacionar esta vivencia religiosa con la realidad social y a comprender que la experiencia del Nazareno no fue ni es en modo alguno una vivencia aislada sino universal: la de todos aquellos seres humanos que viven oprimidos, perseguidos por una justicia injusta, torturados y masacrados hasta la muerte más cruel e inhumana; así fui redescubriendo el valor del Via Crucis, así fui viendo cómo esta Semana Santa no es sólo la conmemoración de aquellos últimos días de Jesús de Nazaret sino también una llamada de atención hacia todos los cristos rotos que desde todos los tiempos hasta hoy y desgraciadamente mañana también sufrirán nuestra crueldad, falta de escrúpulos, odio, egoismo, injusticia,... INHUMANIDAD.
¿Le haríamos a Jesucristo hoy lo que le hicieron entonces?.
No hace falta la pregunta, ya tenemos la respuesta: nuestros hechos (y los hechos cantan solos). ¿Hará falta hablar de lo que son las guerras y todas sus causas y consecuencias?, ¿será  necesario sacar a la palestra la trata de personas (mujeres y niños especialmente) bajo la batuta del negocio capitalista (que ya no distingue entre izquierdas o derechas) más lucrativo del mundo: la del sexo para comprender que masacramos a las personas hasta matar su dignidad y esperanza?, ¿será preciso hablar de las decenas de miles de seres humanos abortados cada año -en España sin ir más lejos- amparándonos en leyes que los legitiman pero no dejan de ser por ello injustas y crueles como lo fueron con Jesús de Nazaret?, ¿habrá que recordar lo que es noticia todos los días de personas y familias enteras desahuciadas aún a pesar del pronunciamiento en contra de la Unión Europea?, ¿tendríamos que hablar de los casi 6 millones de personas en edad de trabajar que hay en España sin ese empleo digno del que dice la flamante Constitución Española que es un "derecho de todos los españoles"?, ¿será obligatorio hacer una tabla de lo que percibe de hecho en este país cualquier parlamentario español haciendo comparativa con todos los demás sueldos y "ayudas" que recibe el resto de la ciudadanía... para darnos cuenta de cuánta injusticia se produce "legalmente" mientras por otra parte se le niega el pan y hasta el vestido a los más humildes?,...y mil etc más... ¿alguien necesita más detalles?.
¡Con cuánta razón Jesús nos contó aquella  parábola que se expresa en Mt.25,31-45!. ¿Cuántos cristos rotos fabricamos cada día?, ¿qué hacemos los que decimos no ser culpables directos de esa opresión y olvido del hermano?.
Unos retazos de Faustino Vilabrille y un vídeo de CÁRITAS ESPAÑOLA:
La esperanza está en nosotros, el cambio depende de nuestra disponibilidad; en Dios está nuestra fuerza, el camino, la verdad y la vida.

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