Dicho proyecto se halla ya en fase de ordenamiento, síntesis y redacción de todo lo recopilado; todavía, no obstante, quedan varias vías abiertas que acabarán por completar toda esta labor y posibilitarán una mayor profundización y acción, compromiso coherente con las personas.
Uno de los puntos esenciales dentro de este trabajo es la referencia clara e inequívoca a la Palabra de Dios que ilustra sobradamente el modo en que Dios mira a la mujer y las actitudes que de esa mirada se derivan para nosotros.
Con motivo del "Día Internacional de la mujer", 8 de marzo, adelantamos aquí una pequeña parte de ese estudio: el relacionado con la Palabra.
Desde la Palabra.
Ante
la realidad de la mujer "víctima de trata", como entidad y comunidad que trabaja en la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia y en la defensa y desarrollo
de los Derechos Humanos a los que toda persona es acreedora, queremos hacer
notar cómo en Jesucristo y desde Él la
mujer es reconocida plenamente en su dignidad refrescando la memoria de su
esencia: (Gn.1,26-28; Gn.2,21-24) parte consustancial de la humanidad, de la
misma constitución que el varón y compartiendo con él la misma misión: “kabbash”=”hacer habitable la tierra”,
continuar el proceso creacional del mismo Dios.
En la
sociedad hebrea, sin embargo, la mujer había sido sometida a servidumbre respecto al marido; sólo era considerada en
cuanto esposa y madre, reduciéndose a mera pertenencia en la viudedad. Jesús la rescata
de esta marginación y reduccionismo devolviéndole a la primera línea de la
esencia humana.
Empieza
por la Anunciación (Lc.2,26-38),consagrándose en una mujer la redención
del mundo; así lo afirma rotundamente
Pablo (Gal.4,4).
Realiza
en ella los mismos signos de Salvación que en los varones (Mt.8,14-14; Mac.1,29-31; Mc.5,25-34; Mt.9,18-25;
Mt.15,21-28;…) además en sábado (Lc.13,10-17); incluso realiza estos signos por
mediación suya (Mc.7,24-31). Hay además otros signos de Salvación que van
también en la línea de la liberación integral de toda la persona, aunque no
incluyan la sanación física (Mc.14,3-9; Lc.7,36-50). Destacamos de esta amplia
lista de ejemplos sólo algunos textos:
Mc.5,25-34: La hemorroisa o la mujer
que recupera su ser persona, su ser en sociedad.
El
texto narra la presencia de una mujer
que sufre hemorroides desde hacía doce años, por ello era excluída de la sociedad, condenada a la soledad, a la maldición social y religiosa.
La marginaba por impura y los médicos no habían podido hacer nada por ella. En
ese contexto, su ansia de sanarse, de volver a ser considerada persona, es más
poderosa que todas las leyes y por ello decide tocar a Jesús; éste siente en
medio de la aglomeración en la que está inmerso que ha habido alguien que le ha
tocado para curarse y Él lo ha permitido y quiere saber “quién es” para
dignificar a esa persona, por ello pregunta “quién le ha tocado”, obligando de
esa forma a la mujer a reconocer que ha sido ella y a contar lo que le pasaba.
No
basta lo que diga Jesús, tiene que decirlo ella, tomar su palabra de mujer y
persona ante los varones que están en la plaza.
Éste es el principio de la Iglesia mesiánica, donde las mujeres pueden y
deben decir lo que sienten y saben, lo que sufren y esperan, en igualdad con el
varón. Este texto nos habla del reconocimiento de la dignidad de las mujeres
por parte de Jesús, nos indica que está en manos de las mujeres el reclamar su
dignidad ante las injusticias a las que son sometidas. Jesús reconoce, en este
pasaje, a las mujeres como personas de pleno derecho, en igualdad con los
varones y no supeditadas a ellos ni a normas de pureza/impuerza que las
marginan; pero es la mujer quien tiene que moverse, reclamarlo: es su derecho y
su deber consigo misma.
Lc.13,10-17: La mujer encorvada o la
mujer que se endereza y que pasa a ser una igual.
Este
texto narra, por una parte, la curación de una mujer encorvada y, por otra
parte, la reacción del jefe de la sinagoga. El texto comienza con la curación
de una mujer que llevaba dieciocho años encorvada; esta mujer no ha sido marginada
de la sociedad pues Jesús se encuentra con ella un sábado en la sinagoga. Jesús
la llama y la sana imponiéndole las manos, la endereza, le vuelve persona que
puede mirar y ser mirada de igual a igual; esto provoca la alabanza de la
mujer.
Frente a
esta primera escena, aparece una segunda que es la reacción del jefe de la sinagoga que se queja
de que esta curación haya tenido lugar en sábado, provocando la respuesta de
Jesús y el apoyo de todos los presentes a Jesús.
El
texto nos habla de una liberación; nos dice que la mujer es digna, que es
tiempo de que se ponga derecha, que pueda mirar a los otros de igual a igual,
que no es inferior a nadie porque unas leyes discriminatorias lo digan o porque
una sociedad patriarcal quiera marginarla. El
texto hace un llamamiento a que las mujeres se quiten todas las cargas
que vienen arrastrando desde hace siglos, ya sea por leyes, tradiciones,
culpas, etc… En este proceso de “quitarse las cargas” injustamente impuestas a
lo largo del tiempo, la ayuda de los hombres es primordial, pues un verdadero
hombre no necesita sentirse superior humillando y/o haciendo encorvar a una
mujer.
La
verdadera humanidad se irá formando
cuando todos los seres nos podamos mirar a la cara de igual a igual.
Mc.7,24-31: La mujer sirofenicia o la
mujer convencida de lo que es justo y lucha por ello.
Hay un
encuentro entre Jesús y una mujer sirofenicia, extranjera, y se establece un
diálogo entre ellos que lleva a una transformación; si Jesús, en un primer
momento, ha situado su ministerio en el plano temporal, estableciendo que
Israel es el primero en su mensaje (“no
está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”), la mujer, urgida por el
sufrimiento de su hija, hace que se replantee esa temporalidad, ¿por qué tiene
que haber un antes y un después?, ¿no es posible la simultaneidad? (“también
los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños”), de esta forma,
pan y migajas pueden ser comidos a la par y el mensaje de Jesús no tiene porqué
limitarse en el tiempo y espacio. De esta forma la misión de Jesús se expande a
partir de la inclusividad.
En este
texto, la palabra, en diálogo libre y sincero ha hecho que desapareciera la
frontera existente. El texto es, por tanto, una invitación al diálogo, donde
las mujeres expresen, sin obstáculos, sus puntos de vista y sean escuchadas de
forma atenta y sincera por su interlocutor, y si en el diálogo surge la
necesidad de rectificar algo de lo que se viene haciendo, habría que hacerlo.
Mc.14,3-9: La mujer de la unción de
Betania o la mujer que no puede contener dentro de sí todo lo que es.
Aquí se
nos habla de una mujer que entró en la
casa de Simón el leproso, en Betania, y rompió con las normas establecidas al
estallar un frasco de alabastro lleno de perfume de nardo puro y ungir con él a
Jesús. No tiene miedo al “qué dirán”, hay algo dentro de ella que no puede
contener y que le impulsa a hacer este gesto, sabiendo que con ello sería
duramente criticada como así hicieron los discípulos. Sin embargo, Jesús no la
reprendió sino que habla de “una obra buena” que ha hecho con él, se ha
anticipado a embalsamar su cuerpo para la
sepultura. Y fue en ese instante, cuando las mujeres acudieron a la
tumba a embalsamar el cuerpo de Jesús cuando descubrieron que había resucitado
y que era el Mesías. Por eso, es esta mujer de Betania, y no el centurión
romano en el Calvario, la primera persona que le reconoce como el Mesías, el
Cristo, y le unge como tal. Es esta óptica desde la que debe entenderse que el
pasaje acabe diciendo: “Yo os aseguro: dondequiera que se proclame
la Buena Noticia, en el mundo entero, se hablará de lo que ésta ha hecho para
memoria suya” (Mc.14,9).
Esta
mujer de Betania se siente tan libre y liberada, tan digna y persona por lo que
Jesús ha hecho con ella (aunque el motivo no lo sabemos), que es capaz de
romper con todas las normas para expresar su agradecimiento. El enorme valor
material de aquel frasco de perfume que ella derrama en su totalidad no es nada
comparado con este otro valor que ella encuentra en Jesús.
El
texto habla del poder de la mujer que ha sido liberada y dignificada como
persona por Jesús y, por ello, es capaz
de romper ese frasco, los techos de cristal, las barreras que se le imponen y
dejar que el perfume, lo que cada mujer lleva dentro y es, se derrame y se
extienda como una fragancia en la Iglesia, en la sociedad y en el mundo.
Además
de estos textos en los que la mujer es receptora y participante activa de la
Salvación, hay otros no menos relevantes y destacables:
- Jesucristo concede el mismo papel responsable en el Matrimonio, en paridad completa con el varón (Mt.19,3-9; Mc.10,1-12).
- Reconoce en ella la misma fe, don de Dios, que pueda tener un varón y que le lleva a la Salvación (Lc.7,36-50).
- Entre sus seguidores asiduos más comprometidos, discipulado, hay mujeres que ya han tenido con Él experiencia de encuentro y Salvación (Lc.8,1-3); esta presencia no es casual sino que es fruto de la actitud valiente de Jesús capaz de poner a la persona por encima de todas las normas y composturas sociales (Jn.4,7-30).
- Ensalza la generosidad de las viudas (Lc.21,1-4), incluso las presenta como modelo de perseverancia y tenacidad en la oración (Lc.18,1-7). Pablo (1ª Tim.5,3-9) insta a honrarlas.
Las
mujeres captan y viven en profundidad lo que es la adhesión y seguimiento de
Jesucristo (Jn.19,25ss) estando con Él en los momentos más duros de
su Pasión y muerte y son, incluso, las primeras en realizar el anuncio de la
Resurrección (Mt.28,1-10; Jn.20,17).
Si
relacionamos la experiencia de las mujeres víctimas de explotación sexual y de
trata con todas estas notas que ensalzan su dignidad al nivel que le
corresponde, podríamos añadir la experiencia de postración y fortísima
humillación que sufre la “mujer sorprendida en adulterio”:
Jn.8,1-11: O la mujer juzgada y condenada
por conveniencias del poder.
Ante la
situación Jesús se muestra igualmente atento a todos, empezando por los más
ruidosos, atiende sus argumentos, los escucha con inteligencia sin dejarse
manipular por ellos y desde ellos mismos desbarata a aquellos varones todo su
plan de segundas intenciones.
Respecto
a la mujer, manifiesta igualmente esa atención y le da opción a la palabra, le
pide participación… ya libre de la opresión, le acoge, le escucha y no emite
respecto a ella juicio ni condena alguna; no entra en recriminaciones, se
limita a liberarle de todo yugo: primero de sus opresores externos y finalmente
del suyo interior. Le ofrece el camino de Salvación como lo hace también con
toda la humanidad que sufre explotación y el engaño de los que manipulan y
utilizan a las personas como mercancía… para luego señalarlas con el dedo
tratándolas como despojos. Jesús, por el contrario, le muestra el camino para
recobrar su libertad y dignidad.
Los
Apóstoles contarán con las mujeres decididamente (Hch.1,14; 9,36-41; 12,12;
16,14s). Descartan completamente la guerra de sexos y rechazan el
encasillamiento de las personas según sus apariencias externas o cualquier
circunstancia (Gal.3,28): “Ya no hay esclavo ni libre, hombre o mujer,…”. Pablo
parangona a la mujer con la Iglesia (Ef.5,22ss) y reconoce en ella
la capacidad y posibilidad de profetizar (1ª Cor.11,5) ya que el Espíritu Santo
no distingue entre sexos.
A modo de conclusión de esta
reflexión.
La
Iglesia, como comunidad coherente con el mandato de Jesús de llevar la Buena
Noticia por todo el mundo (Mt.28,19-20) y desde nuestra total adhesión a
Jesucristo, encarnamos todas sus actitudes para con los pobres y empobrecidos,
con los oprimidos y explotados, con quienes sufren la enfermedad, la tortura,
esclavitud,… cualquier tipo de violencia (también la sexual y de trata de
personas), pues de igual modo que el Espíritu de Dios le envió “para anunciar a
los pobres la Buena Nueva” (Lc.18,16-21) y Él lo hizo como lo hizo… también
nosotros estamos llamados a lo mismo pues en Él hemos sido ungidos y enviados a
la misma misión.
Estamos
llamados a devolver a la mujer la dignidad, la libertad y el papel protagonista
que le corresponde; estamos convocados a
elevar con ella sus justas reivindicaciones, a denunciar las estructuras y
mecanismos de opresión e injusticia que sufre todavía hoy, incluso entre
los pueblos que nos llamamos cristianos;
estamos invitados a trabajar sin descanso en la defensa de sus derechos como
ser humano que es sin reduccionismos y con el amor con que Jesucristo les amó y
les invitó a ser, entre su discipulado, en total diálogo constante –aunque ello
conlleve revisar y replantearnos “temas de siempre” que no correspondan con
el plan de Dios que es para todos y con el que el Espíritu Santo no distingue
por razones de sexo- y dispuestos a jugarnos la vida, prestigio, honores y
demás que puedan limitar nuestra libertad y la de toda mujer privada de la
misma. Estamos llamados a seguir aportando al mundo caminos de Salvación
propiciando el ENCUENTRO con Jesucristo; esto sólo se podrá hacer si realmente
en nuestros hechos, actitudes, palabras y sentimientos hay unidad, coherencia e
identificación verdadera con Jesucristo.
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