Las mujeres de África son las mayores víctimas de este mundo, ya por ser mujeres, y más aun si son campesinas, que precisamente son las más numerosas, pues más del 80 % de las mujeres africanas del África Subsahariana trabajan en la agricultura, que sin embargo tienen menos control que los hombres sobre las tierras que cultivan, porque están casi siempre a nombre de sus maridos, y ni siquiera tienen derecho a heredarlas legalmente, ni a obtener ingresos de sus productos.
Están privadas de acceso a la tierra, no tienen permiso para cosechar, ni para vender los productos que ellas mismas cultivan, y a la vez tener que cargar con las tareas domésticas de cuidado de los mayores y reproducción y cuidado de los hijos. Si el promedio mundial es que las mujeres dediquen más del doble del tiempo de un hombre a labores domésticas, en África este porcentaje es aun muy superior. Abrir un mínimo negocio, puede suponer para una mujer africana todo un reto, ya que, además de la falta de garantías, la inexistencia de una tarjeta nacional de identidad, y de acceso a formación especializada, en muchos países necesitan el apoyo y aprobación legal de sus maridos para poder hacerlo.
No tienen acceso a solicitar un crédito, porque ni siquiera pueden abrir una cuenta bancaria a su nombre sin el permiso de su marido, como en la República Democrática del Congo. No pueden solicitar el divorcio como en Tanzania, o no pueden heredar tierras. El marido de una mujer de Kenia vendió las tierras que ella cultivaba y tuvo que abandonar la aldea con sus hijos. Todo esto arranca de la normativa colonial europea al negarles derechos legales a las mujeres en favor de los hombres (el derecho a la propiedad privada de la tierra, el derecho a participar políticamente, a la educación, a casarse libremente, etcétera), situación que las primeras constituciones y normativas nacionales de los Estados independientes –que en su mayoría fueron dictadas por las elites masculinas– continuaron y se consolidaron.
¿A qué fuimos a África?. Uno de los mayores daños para la mujer africana es la falta de acceso a la educación respecto a los hombres: Por ejemplo, en Mali, los hombres acceden el 84 %, las mujeres el 16 %. En Guinea: hombres el 90 %, mujeres el 10 %. En el Níger, uno de los países más empobrecidos del continente, el 89 % de las mujeres adultas no están capacitadas para escribir su nombre en un papel, o dicho de otra manera: solo el 11% sabe hacerlo. En Angola acceden a educación escolar el 73 % de los hombres, las mujeres solo el 27 %.
La violencia de género, agravada en situaciones de conflicto en algunas zonas de África, es transversal en todas las etapas de la vida de la mujer africana, afectando seriamente a su salud, desarrollo, productividad y dignidad, así como a su papel activo en la sociedad. Además, estas mujeres víctimas de la violencia, suelen ser discriminadas por la sociedad y por sus propias familias. En muchas familias el embarazo extramatrimonial es causa suficiente para echarlas de casa, ignorarlas, abandonarlas. Tal es el caso de las mujeres de KABUGA, en Ruanda, que ya conocemos. La violencia sexual contra las mujeres e incluso niñas, es utilizada como arma de guerra en países o regiones en conflicto bélico, en África y otros lugares del mundo, pasando de violencia sexual a terrorismo sexual. La violencia contra las mujeres, además de tener un trágico impacto sobre su salud y bienestar, tiene también graves consecuencias familiares y económicas: en la familia africana en que falla la mujer, la familia desaparece.
Toda esta realidad muestra sin duda la importancia de llevar a cabo acciones urgentes para que todas las mujeres puedan tener una vida digna, saludable y libre de cualquier tipo de violencia, un acceso justo a la educación, la salud y a otros servicios básicos, que les permitan su desarrollo personal, empoderamiento económico y desarrollo de sus capacidades de acción y decisión. Ya se las están ingeniando para obtener créditos fuera del circuito bancario a bajo interés para atender a algunas necesidades familiares básicas como la compra de medicamentos, pagar cesáreas, ampliar sus viviendas, pagar la educación de los niños…
Este proceso es de primerísima importancia para el futuro, no sólo de las mujeres africanas, sino para el desarrollo de todo el continente, aunque les queda mucho camino por delante, pues todavía sólo el 15 % tiene acceso a la Universidad. Los países desarrollados somos los verdaderos responsables del Cambio Climático. Pero los países pobres, como los africanos, son cada vez más víctimas del mismo, sufriendo sus peores consecuencias, como estos días en Ruanda o Uganda, con lluvias torrenciales que lo arrasan todo. Inhibirnos o desentendernos por nuestra parte, es una grave irresponsabilidad. Veamos las siguientes imágenes, recibidas esta misma semana de las lluvias torrenciales acaecidas días pasados:
En el Evangelio de este domingo Jesús les dice a los Apóstoles que le va a pedir al Padre que les envíe otro Defensor, el Espíritu de la Verdad. Jesús fue defensor de los empobrecidos, débiles, oprimidos, maltratados, explotados como esclavos, marginados, impotentes, indefensos, enfermos, hambrientos… Aun hoy, más de mil millones de personas siguen necesitando un Defensor, que traiga a este mundo ansias cada día más grandes de justicia, de verdad, de igualdad, de fraternidad, de amor, de solidaridad, de compromiso liberador con todos los Seres Humanos y con Toda la Creación. Un Defensor que suscite cada día más personas e instituciones comprometidas en la lucha para llevar esos grandes valores a Todos y a Todo.
(Fuentes de información para este Comentario: Umoya, Codespa, Planeta Futuro, Voces en el Fénix, e información recibida directamente desde Ruanda).
Feliz domingo a tod@s.-Faustino
faustino@faustinovilabrille.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario