Ya
no hay amaneceres
para
los que no comen,
para
los que no duermen,
para
los que no trabajan.
Ya
no hay revolución ni utopías.
La
esperanza se perdió en las alcantarillas del Siglo XX.
Los
sueños son una imagen digital codificada.
El
siglo de las luces alumbró el templo de las finanzas,
-altar del nuevo milenio-
donde
se ofrecen sacrificios al dios de Wall Street.
Dios
único y verdadero
que
guarda sus ganancias en los bancos del mundo.
El
mundo convertido en mercado y mercadería.
Mercado
de valores que devalúan la vida,
que
degradan al ser humano y al planeta.
Mercados
que trafican
con
los nuevos esclavos
de
la Aldea Global,
desplazados
de las guerras,
el
hambre, las enfermedades, la misería.
Mercados
de emigrantes
que
en las fronteras del capitalismo
aguardan
su sacrificio de sangre,
De
soledad, de incomunicación.
Mercados
de armas, del sexo, del turismo…
Del
ocio, de la droga…
Mercados
de órganos arrancados
a
los miserables del mundo,
a
los indefensos del planeta.
Mercados
de basura radioactiva,
de
estrellas del deporte,
de
obras de arte, de animales,
de
productos transgénicos,
de
diamantes…
Mientras
la memoria colectiva,
viaja
en Internet.
Luis
Pastor
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