martes, 26 de febrero de 2013

Bienaventurados los que trabajan por la paz

El pasado sábado 23 de febrero celebrábamos en la Diócesis Nivariense la "MARCHA MISIONERA DE ORACIÓN POR LA PAZ".
Como entidad cristiana católica, conscientes de nuestra responsabilidad tanto dentro de la Iglesia como en relación directa y constante con el mndo en el que no sólo estamos inmersos sino sobre todo encarnados y encarnando el mensaje del Maestro de Nazaret, compusimos para tal acontecimiento un comunicado en el que hablábamos de la PAZ, sí, pero también hicimos mención a las fuentes de las que la paz brota, entre ellas y fundamentalmente la JUSTICIA.

A los medios de comunicación parecen importarles más los hechos rimbombantes de nuestra Iglesia (muchas veces se encargan ellos, los medios de comunicación, de hacerlos así) que lo que ella hace a diario y sin bombo ni platillo por ayudar a caminar a este mundo por sendas de justicia y de paz,... pero bueno ¿cuándo no ha sido así?, ¿cuándo al sistema le ha interesado resaltar lo que es realmente humano y humanizador?, ¿han visto ustedes alguna vez a las televisiones y demás prensa hablar de las BUENAS NOTICIAS que hay a diario aquí y en todas partes?. Sí interesa el morbo, el urgar donde hay un foco de atención ya abierto,... porque eso son lectores, eso es audiencia, eso es oportunidad para el negocio publicitario capitaluista en relación con el medio que publica esos panfletos,... y cuando el interés decrece... inmediatamente se buscan otros temas chupando de ellos todo lo que se pueda... hasta que también dejan de ser "rentables".
En nuestro comunicado recordábamos la tan repetida frase de los papas cuando en su mensaje de 1º de año con motivo de la "Jornada Mundial por la Paz" dicen con rotundidad: "La paz nace de la justicia; sin justicia no puede haber paz". Una de las "guerras" que con más dureza sufrimos hoy es la de los desahucios, una de las peores injusticias hoy... son los desahucios.
El desahucio y los desahuciados.
Puede parecer que este asunto es ya "lluvia sobre mojado". Pues... puede ser, para algunos quizás, NUNCA para quienes los sufren, nunca para todos nosotros, los que creemos que TODOS SOMOS UN CUERPO y nada de lo que le ocurra a otro es ajeno al resto. O es así... o no podemos llamarnos cristianos.
Queremos en este artículo compartir una historia real (el nombre de la persona protagonista ha sido cambiado pero los hechos son los mismos) y a partir de ello... hablamos:
"Charlando con otras personas, en la sala, veo aparecer por la puerta del centro social a un hombre muy desmejorado, desorientado, con cara de estar como espantado de lo que ve allí. Se dirige a un hombre ya muy mayor que estaba sentado en una silla viendo la tele y parece preguntarle algo; este hombre mayor le señala a donde me encuentro y al instante este señor que acaba de entrar, llega hasta mí y me pregunta:
- "¿Es usted el educador de este centro?".
- "Trabajo aquí y nuestro papel es tratar de ayudar a toda persona que necesite salir adelante sin depender de nada ni de nadie".
- "¿Podemos hablar?".
Entramos en un despachito, pequeño y separado de otros despachitos por mamparas de madera; no garantizan intimidad alguna pero dan sensación de que las historias que allí se cuentan quedan en el secreto.
- "Me llamo Luis y necesito comer de caliente al menos una vez al día, llevo ya más de 4 meses en la calle, he perdido mi casa y también a la familia, ya no me queda nada, salvo problemas de salud por culpa de no comer otra cosa que bocadillos y... ". Se da cuenta en ese instante que lleva cogido de su mano derecha el cartón de vino que es su compañero inseparable en estas últimas semanas y trata de esconderlo; pide disculpas por ello y le respondo:
- "Bien Luis, me parece muy importante y positivo que busques mejorar tu calidad de vida, aunque sea empezando por buscar una mejor alimentación y quizás por ello has decidido venir hasta aquí, así que eres bienvenido". Inmediatamente me dice:
- "Lo del cartón de vino es que me lo dio uno que estaba ahí fuera, no vaya usted a pensar que soy un borrachín".
...
Luis había estado casado, tenía una hija y vivía muy feliz con sus esposa; trabajaba en un restaurante como cocinero aunque fuese a temporadas: veranos, Navidades, carnavales y Semana Santa; también los viernes por la tarde, sábados y domingos a lo largo de todo el año. Le encantaba su "curro" y aunque su esposa no tenía trabajo remunerado (en casa sí y ese trabajo es tan digno y esencial como el que más)... les daba a los tres para vivir y mantener la vivienda; hacía sólo 3 años que se habían comprado un piso, mediante un crédito hipotecario, cuando sí estaba contratado por ese restaurante a jornada completa.
Pero el restaurante dejó de llamarle los fines de semana, más tarde sólo contaban con él para el período estival y... muy pronto empezaron a tener problemas para poder pagar al banco; ni él ni su esposa hallaban nada que pudiera compensar la falta de ingresos. Máxime cuando ya no contaron con él para nada.
Las tensiones internas empezaron a exteriorizarse cada vez más y solía ocurrir como siempre sucede: "la paga el que más cerca está". Discusiones, descalificaciones, algún portazo,... incomunicación, desconocimiento mutuo, desconfianza, cargas imposibles de compartir y cada vez más duras y pesadas,... hasta que llega una carta en la que se les informa que "por impago de los recibos se procederá al desalojo de la vivienda"; nuevas broncas, reproches durísimos,... -él ya bebía en esos momentos y no poco, el cartón de vino "no se lo había dado nadie de ahí fuera"- y finalmente su esposa con su hija por un lado y él... por otro; el piso... se lo quedó el banco.
Luis intentó estando en la calle, botado, buscar empleo en bares, aceptando trabajos de cualquier horario en cualquier lugar,... mas sin tener un techo donde dormir... era imposible poder descansar mínimamente y nada le duraba más de una semana, además siempre mal pagado y sin contrato alguno. Había pensado incluso en suicidarse botándose por el Puente Zurita abajo... pero no se atrevió, nunca se decidió a dejarse caer en las veces en que se subió a su barandilla.
Luis estuvo con nosotros más de un año, venía cada vez mejor, fue dejando el cartón de vino, dormía en el albergue municipal, comía en Tamarco. Se reunía conmigo una vez a la semana y juntos revisábamos el plan que se había propuesto la semana anterior en relación con su salud, formación, trabajo, relaciones sociales, relación con las instituciones,... sus objetivos eran cada vez más realistas, las acciones concretas más adecuadas a sus fines y los medios que empleaba mejor dosificados y mejor aprovechados.
Volvió a trabajar en la hostelería, como cocinero de nuevo pero por cosas que uno nunca comprende le dieron de baja del albergue (dijo que "porque ya llevaba allí mucho tiempo y había que rotar") y le pasó lo que ya antes le sucedía: no pudo mantener el trabajo y no podía pagarse una pensión porque no había cobrado todavía; unos meses más tarde halló otro empleo y con contrato bastante decente,... lo mantuvo durante meses hasta que dejó de acudir a Tamarco.
Uno de tantos días que la vida nos regala tuve el gozo de volverme a encontrar con él. Le vi tan bien arreglado que ni le reconocí; él sí me reconoció al instante. Estaba bien, había buscado de nuevo a su esposa y su hija,... lo estaban intentando de nuevo aunque todavía no vivían juntos. Nada era una maravilla pero estaba en camino.
...
¿Es importante tener una vivienda?.
Llámese de alquiler o en propiedad, lo importante es tener un techo. Luis, en esta última vez que nos vimos, contó que vivía en un piso de alquiler que podía pagar con lo que estaba cobrando; no tiene contrato fijo ni indefinido,... pero ha recobrado la esperanza.
¿Cuántos hay que no supieron retomar sus vidas?. Por desgracia muchos, muchísimos más de los que dirán jamás las estadísticas... pero no por ello menos reales.
Un peldaño roto.
En cierta ocasión me preguntaron "si acaso una persona sin hogar es alguien con características especiales" y a ello contesté que "no necesariamente, puede ser cualquiera; basta con que esa persona sufra la desgracia de que se rompa el peldaño en el que está subida, la caída le encuentra desprevenida y en ella se va golpeando con los peldaños que hay a continuación... hasta llegar al suelo. A cualquiera se le puede romper el peldaño que sea".
En el caso de Luis fue el trabajo, la pérdida de su empleo le llevó a tensiones que cada vez se controlaron menos y peor,... hasta tal punto que la convivencia familiar se vio muy dañada; buscar refugio en el alcohol u otras drogas es sólo un efecto más; perder la vivienda fue como la gota que colmó el vaso y se produjo también la ruptura familiar. Para poder recuperar lo que siempre anidó en su corazón necesitó empezar por tener un trabajo... pero sin techo... cualquier trabajo resultaba imposible de mantener. ¿Alguien ha hecho la prueba de seguir trabajando en lo que está pero botado en la calle?. Si alguien lo hace entenderá enseguida la relación directa entre "dignidad humana y vivienda".
Sin justicia, no hay paz social.
Como Iglesia y voz de Iglesia que somos, afirmamos que:
  1. Son inhumanas las leyes que condenan a una persona o una familia a plantarse en la calle aunque no tengan con qué pagar ese techo.
  2. Es peor delito sancionar a alguien con el desahucio que el que esa persona o familia no pueda pagar un alquiler o unos recibos de crédito hipotecario.
  3. Es la observancia de los Derechos Humanos la ley básica, mínima, que todo país, todo pueblo debiera comprometerse a garantizar en su ámbito y no apuntar a otros proyectos mientras esta observancia no sea una realidad total para todos.
  4. Es responsabilidad de los gobiernos de todas las naciones garantizar el derecho a la vivienda y establecer los mecanismos que sean precisos para que por una parte no haya nadie sin techo y, al mismo tiempo, se pueda respetar a la parte acreedora.
  5. Es irrenunciable que la economía especulativa (fuente de todos los desahucios) sea debidamente legislada y controlada, de manera que esa economía esté jamás por encima de las personas y del respeto a su dignidad.
  6. El capitalismo depredador que sufrimos ya en todos los rincones del mundo es contrario al plan de Dios pues desposee al ser humano de su propia esencia atentando contra su dignidad, postrándole como un mecanismo más de su engranaje y cosificándole.
  7. Es tarea de toda la sociedad y especialmente del pueblo cristiano, por su fidelidad a la Buena Noticia de Jesús de que "Dios es PADRE/MADRE de todos y todos somos amados de forma única y especial", trabajar por una sociedad cada vez más humana y humanizadora. ¡Ninguna persona desahuciada sin que esa persona sienta todo nuestro apoyo y solidaridad!.
  8. ...
No podemos en modo alguno permanecer neutrales en esta cuestión y menos aún si atendemos a lo que nos plantean tanto la Palabra de Dios como los documentos de nuestra Iglesia. Les invitamos a leer la información que los siguientes enlaces-web nos proponen:
Hay caminos.
Andémoslos y acompañemos en ellos a quienes trabajan por una mayor justicia que acabe desembocando en una auténtica paz social.
Las Bienaventuranzas nos invitan con fuerza a realizar este trabajo: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados" (Mt.5,6),  "los que trabajan por la Paz porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt.5,9), "los perseguidos por causa de la justicia porque suyo es el Reino de los Cielos" (Mt. 5,10).
Tenemos herramientas, limitadas, pobres, quizás no muy eficaces e imperfectas... pero son las que tenemos:
todos vivimos en algún núcleo urbano (barrio, aldea, pueblo o ciudad), conocemos alguna asociación de vecinos, partidos políticos, sindicatos,... otras plataformas que reivindican el derecho de quienes son desposeídos de todo derecho,... impliquémonos en ellas, aportemos nuestra opinión, expongamos nuestras propuestas, busquemos maneras de afrontar estos problemas de manera coherente con nuestra propia fe.
Es ahí donde como Iglesia debemos estar, no somos algo "aparte" como algunos tratan de señalarnos; somos levadura, somos sal, somos como el grano de mostaza, somos luz,... no somos ninguna superestructura, somos humanidad que camina unida al resto de la humanidad buscando el Reino de Dios y su justicia, con criterios, si se quiere, distintos a los de otros pero buscando el mismo BIEN para la humanidad; por eso en esto NO SOBRA NADIE, todos somos necesarios: la llamada es para todos y todas.

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