Queridos Reyes Magos:
vosotros visteis una estrella, os pusisteis en camino, llegasteis a Jerusalén, preguntasteis
por un recién nacido, turbasteis a los políticos y a los sumos sacerdotes,
volvió a aparecer la estrella, os pusisteis muy contentos con ella y siguiendo
su luz llegasteis a Belén, adorasteis al niño y, muy satisfechos, regresasteis
a vuestra tierra por otro camino.
No me importa cómo sucedió todo, pero me importa mucho el mensaje que nos habéis dejado para nuestros días:
- Ayudadnos a encontrar
a Jesucristo hoy, presente como niño en los niños pobres, enfermos,
hambrientos, desnudos, emigrantes solos en una patera, encerrados por el
político Trump en jaulas y separándolos de sus padres, o abandonados, sin
nombre, por una madre llena de dolor y hundida en la miseria más absoluta, en
una esquina o en una calle de los 16 países más empobrecidos de Africa, o los
11 de América del Sur o Bangladés.
- Ayudadnos a encontrar
a Jesucristo hoy, presente como joven en los jóvenes enganchados a las drogas,
a los botellones, al paro, a la irresponsabilidad ante la pandemia, a la falta
de sentido de la vida.
- Ayudadnos a encontrar
a Jesucristo hoy, presente en tantos trabajadores abocados al paro por la
pandemia, a la incertidumbre, a la inseguridad de su futuro.
- Ayudadnos a encontrar
a Jesucristo hoy, presente sobre todo en tantas mujeres, víctimas de la
violencia de género, en las personas discriminadas por género, por orientación
sexual, por etnia, por brecha salarial, por techo de cristal, o simplemente por
ser mujeres.
- Ayudadnos a
encontrar a Jesucristo hoy, presente como anciano en tantos ancianos y ancianas,
abandonados, solitarios, despreciados incluso por sus propios familiares,
recluidos en residencias, considerados un estorbo familiar y social, víctimas
especialmente propicias del coronavirus.
- Ayudadnos a encontrar
a Jesucristo hoy, presente en millones de personas que aun no tienen acceso a
un médico, ni a medicinas, ni mucho menos a un hospital, en casi toda Africa,
en América del Sur, en Bangladés o la India.
- Ayudadnos a encontrar
a Jesucristo hoy, presente en tantas personas que son víctimas de terremotos,
de desplazamientos forzosos por las guerras o desastres naturales, de
confinados por más de 900.000 en campos de refugiados en Kenia, Etiopía o
la R.D. del Congo.
- Ayudadnos a encontrar
a Jesucristo hoy, en los 480 millones de mamíferos, aves y reptiles quemados en
septiembre pasado en Nueva Gales del Sur, Australia (Informe Universidad
de Sydney).
- Ayudadnos a encontrar
a Jesucristo hoy, en los millones y millones de árboles quemados en la Selva
Amazónica en el año 2020 que ya no pueden producir oxígeno para nuestra
respiración.
- Ayudadnos a encontrar a Jesucristo hoy, en los
miles y miles de personas que luchan con sinceridad, como voluntarios o de por
vida, a favor de los demás, sin esperar nada a cambio, en los países más
empobrecidos de la Tierra.
- Ayudadnos a
encontrar a Jesucristo hoy, en profetas que denuncien las injusticias,
los sobornos, los abusos de los poderosos: políticos, económicos y
religiosos, y proclamen con convicción y esperanza que otro mundo más justo,
fraternal y solidario es posible para todos los seres humanos y la Madre
Tierra, con sus animales, sus peces, sus aves sus plantas, y toda infinitud de
vida que en ella quiere vivir para el bien de toda la humanidad.
- Ayudadnos a encontrar a Jesucristo hoy, en Obispos y
Cardenales que sean plenamente fieles a la línea de renovación
integral de la Iglesia del Hermano Papa Francisco, hasta hacer de la Iglesia
una comunidad de hermanos y hermanas, una comunidad de iguales, hombres y
mujeres, donde todos seamos iguales en todo y para todo, en coherencia directa
con Jesucristo y su mensaje del Evangelio, al servicio de toda la humanidad y
toda la creación.
- Finalmente, igual que vosotros regresasteis a vuestra
tierra por otro camino, ayudadnos hoy a conducir al mundo por otro camino,
lejos de todos los Herodes de nuestro tiempo, donde habiten la justicia, el
amor y la paz, y todos seamos estrellas de luz unos para otros siguiendo a
aquel Santo Galileo que dijo: “yo soy el Camino, la Verdad y la Vida".
Permitidnos recordar este excelente poema de Miguel Hernández: “las desiertas abarcas”, que hoy me acaba de evocar una amable
lectora:
Por el cinco de enero
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría
Y encontraban los días
que derriban las puertas
mis abarcas vacías
mis abarcas desiertas
Nunca tuve zapatos
ni trajes, ni palabras
siempre tuve regatos
siempre penas y cabras
Me vistió la pobreza
me lamió el cuerpo el río
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío
Por el cinco de enero
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería
Y al andar la alborada
removiendo las huertas
mis abarcas sin nada
mis abarcas desiertas
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana
Toda gente de trono
toda gente de botas
se rio con encono
de mis abarcas rotas
Por el cinco de enero
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía
Y hacia el seis mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas
mis abarcas desiertas
Mis abarcas vacías
mis abarcas desiertas
mis abarcas heladas
mis abarcas desiertas.
¡¡¡Cuántas abarcas quedan todavía desiertas y vacías, porque algunas están demasiado llenas!!!. Que esta injusticia tan grande se acabe pronto, y las abarcas estén todas igual de llenas, con la necesario para vivir dignamente toda la humanidad.
Faustino Vilabrille
faustinovilabrille@gmail.com
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