miércoles, 9 de agosto de 2017

Nuestros campos de exterminio

En diciembre de 2016, hace ya 8 buenos meses, Angela Merkel presentaba de forma oficial unos informes en los que el gobierno alemán afirma que en los campos de refugiados situados en Libia, pagados con dinero de la Unión Europea, se está vejando, torturando e incluso matando de forma indiscriminada a los extranjeros retenidos.
Unos días más tarde, presionado por Italia, el Consejo de la Unión Europea decidía incrementar el presupuesto para Libia y daba más dinero a ese estado fallido para que, además de evitar los movimientos de extranjeros por tierra, evitara las salidas de embarcaciones por mar.

Empiezan a ser más las voces que están denunciando lo que está sucediendo en Libia. No creo que la opinión pública sea muy consciente de hasta qué punto su dinero, el de los impuestos que paga, es responsable de lo que sucede.

En este marco de cierta indignación social, están por fin surgiendo las reacciones políticas. Y así Macron anunciaba el pasado viernes que Francia abrirá este verano hotspots en Libia para separar inmigrantes normales de refugiados y evitar así las muertes en el mar y, si a acaso, alguna en tierra. Los hotspots son unas oficinas en las que el extranjero que quiere cruzar para llegar a Europa puede informarse de sus derechos e incluso hacerse los papeles si tiene derecho de asilo. Macron insistió mucho, Francia abrirá los centros con o sin el apoyo de la Unión Europea. La situación es insostenible, se estima que hay entre 800.000 y un millón de extranjeros bloqueados en Libia viviendo en condiciones infrahumanas.

Cuando los aliados entraron en los campos de concentración nazis y se encontraron con el horror del holocausto nadie daba crédito. La gente que vivía en los pueblos donde los campos se encontraban tampoco daba crédito. Afirmaron todos no saber qué era lo que estaba pasando, si no no lo habrían permitido. Ahora la historia se repite. En Libia se está encarcelando, esclavizando y matando a gente indefensa sólo por ser de un país o de una raza. Y se está haciendo con nuestro dinero.

Pero nadie sabe nada, nadie protesta porque no lo ve, como la gente de los pueblos de los campos de concentración. Y los que lo ven, nuestros dirigentes, lo que proponen no es acabar con esos campos de exterminio. La opción es separar el trigo de la paja y que algunos privilegiados puedan salir de ahí con sus papeles en regla. Aparte de ser una opción horripilante éticamente hablando, es una opción inmanejable a nivel de logística. ¿Se imaginan el tráfico de papeles que se va a generar en un sitio donde la desesperación de la gente roza niveles apocalípticos?. Les recomiendo que se lean el maravilloso libro del grandísimo Patrick Kingsley que explica perfectamente este tema.

De modo que hoy me siento absolutamente responsable de esos campos de exterminio pagados con mis impuestos. El día que esto termine, si sigo por este mundo, yo no podré decir que no lo sabía y pienso que es ahora cuando tengo que hacer todo lo que esté en mi mano. Por lo pronto, me voy a pasar todo el mes de agosto escribiendo sobre este tema, a ver si sirve para algo. Ustedes siempre pueden leerme y difundirme. Let´s make some noise.

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