“No hay ninguna ideología política que represente la pluralidad del Evangelio. Cuando vienen mal dadas, tener fe me ha ayudado mucho” (Adrián Barbón, Presidente del Principado de Asturias).
1.- LA
PRESENCIA DE LA PERSONA DE JESÚS EN LA EUCARISTIA: Desde aquella memorable
Cena de Jesús con sus discípulos y discípulas, los cristianos siempre
vimos en esta celebración la presencia real de Jesús. Jesús cogió pan y
les dijo: “Tomad y comed todos y TODAS de él, porque esto es mi cuerpo”.
Después tomó la copa con vino y les dijo: Tomad y bebed todos y TODAS de
él porque este es el cáliz de mi sangre. Haced esto en memoria mía”. Su
presencia real en la Eucaristía, es mucho más que Cuerpo y mucho más que
Sangre, porque el Cuerpo es la Persona de Jesús y la Sangre es la Vida de
Jesús. Se trata, pues, mucho más que del cuerpo físico o la sangre física
de Jesús: se trata de la Persona y la Vida de Jesús: Recibir la Comunión
es aceptar la Persona de Jesús y todo lo que él es y significa, y beber el
cáliz de su sangre es adherirnos a la Vida de Jesús para seguirlo y hacer
nuestra vida lo más parecida a la suya, y en consecuencia hacer en este mundo
lo que El hizo para el bien de la Humanidad y de la Creación.
2.- LA
PRESENCIA DE JESUS EN LA EUCARISTIA Y EL AMOR: En aquella Cena tan especial que
Jesús celebró con sus discípulos y discípulas, por primera vez en la historia
El promulgó su Gran Mandamiento, el Mandamiento nuevo de amarnos unos a otros.
Eucaristía y amor son inseparables, de tal manera que toda Eucaristía tiene que
traducirse en compromiso real de amar a los demás, muy especialmente a los
oprimidos, empobrecidos y necesitados del mundo, así como en delatar a sus
opresores y hacerles una llamada clara y nítida a la conversión para que dejen
de oprimir, y los oprimidos dejen de sufrir su opresión, y así ya no haya en
este mundo ni opresores ni oprimidos.
En aquella Eucaristía que Jesús celebró y nos mandó celebrar en memoria suya, lavó los pies a sus discípulos y discípulas: era un trabajo propio de esclavos. “Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, ejemplo os he dado, para que hagáis vosotros lo mismo”. ¿Cuándo aprenderemos y practicaremos esto todos?. ¿Cuándo seremos los más humildes y sencillos de todos?. ¿Cuándo empezaremos a ponernos en el último puesto, empezando por los que más altos cargos ocupan?.
Hemos tenido una especial excepción en el Papa Francisco, esperemos que se prolongue… y se contagie a tantos obispos y cardenales que todavía siguen algunos encumbrados en palacios, coches de lujo, anillos de oro, todo lo contrario de lo que fue Jesús de Nazaret. Y sin connivencia ni ostentación con los poderes de este mundo como hubo con el fallecimiento de Francisco y la elección de León XIV: ¿en qué se parece todo eso a Jesucristo y su mensaje?.
3.- EUCARISTIIA,
LUCHA POR LA LIBERACION Y DIMENSION POLITICA DEL MANDAMIENTO DEL AMOR FRATERNO:
En aquella memorable cena donde la comida del cordero pascual recordaba la
liberación del pueblo de la opresión y esclavitud de Egipto, nos hace entender
que toda Eucaristía tiene que ser amor convertido en lucha por la liberación,
dando por tanto dimensión política al mandamiento del amor fraterno, como claro
e insoslayable compromiso con los oprimidos, desheredados y maltratados de este
mundo.
De
ahí que la Eucaristía y la Comunión como adhesión a la persona de Jesús, sin
compromiso con El y su mensaje de justicia, igualdad, amor, fraternidad, no
significan nada, no sirven para nada. Por eso, toda Eucaristía tiene que ir
inevitablemente unida a la lucha por la liberación integral de los seres
humanos y la creación, porque esta también tiene su propia dignidad y es la
base y el sustento del ser humano en este mundo.
4.- PRESENCIAS INSEPARABLES: De ahí que la presencia de Jesús en la Eucaristía es inseparable de la presencia de Jesús en los hambrientos, sedientos, enfermos, emigrantes, desnudos, encarcelados (Mateo 25,31-46), pues sin reconocer la presencia de Jesús en los empobrecidos es imposible reconocer su verdadera presencia en la Eucaristía: "tuve hambre y Me disteis de comer, tuve sed y Me disteis de beber, estuve desnudo y Me vestisteis, enfermo y en la cárcel y Me visitasteis..." Cada domingo nos ponemos en torno a una misma mesa del altar, para recibir un pan común que es Jesús, en su palabra y su Eucaristía, pero luego no hacemos de los bienes del mundo una misma mesa para todos los hombres: mientras unos pocos estamos hartos y hasta enfermos de tanto comer, una gran parte de la humanidad nace con hambre, pasa hambre, vive con hambre y muere de hambre: eso es una enorme INJUSTICIA, eso no es sentarse en torno a una misma mesa y compartir un mismo pan. Incluso sin salirnos de España, porque:
- -tenemos en riesgo de pobreza y exclusión social el 25,8 %, o sea, 12,5 millones de personas,
- -una pobreza infantil del 29,2 %
- -el 10 % de la población concentra el 53,8 % de la riqueza total, mientras que el 50 % más pobre sólo posee el 7,8 %. (Fuente: Tasa AROPE)
A
nivel mundial, la situación es mucho más crítica e injusta porque:
- - El 1% más rico tiene tanto patrimonio como todo el resto del mundo junto. (Fuente: Laboratorio de la Desigualdad Mundial). El dinero nunca sacia la avaricia de los ricos y poderosos, igual que la leña nunca sacia al fuego, y los corrompe hasta convertirlos en cadáveres morales, llenos de podredumbre e indignidad total.
- - Más de 25.000 personas mueren de hambre cada día en el mundo, la mayoría niños menores de 5 años, mientras Trump quiere que la OTAN gaste muchos miles de millones más en rearme militar, y que cada país pase de aportar del 2 % actual al 5 % de su PIB, lo que a España le supone pasar de los 20.455 millones de euros actuales a unos 80.000 millones anuales, en vez de dedicarlos a erradicar la pobreza infantil, y a mejorar la educación, la sanidad, que tanto lo necesitan.
5.- LA MEJOR EUCARISTIA: La mejor Eucaristía es aquella que celebramos compartiendo por lo menos algo de lo que tenemos con los más pobres de los más empobrecidos del Tercer Mundo, como las mujeres y niñas de África (violadas ya a los 4 ó 5 años como en la R.D. del Congo), que son lo más pobre y desgraciado que hay en el mundo actual. El 70 % de los empobrecidos del mundo son mujeres y niñas. Ignorar esta realidad y no hacer nada por resolverla, es ignorar por completo a Jesús en la Eucaristía. Igual da que lo saquemos bajo palio, que en custodias de oro, que lo pongamos en sagrarios de lujo, y peor que le rindamos honores militares: todo eso no sólo no sirve para nada sino que es ofenderlo descaradamente, y nos dirá como a las jóvenes necias: “no sé quiénes sois” (Mateo 25,12).
6.- LA INJUSTICIA DE LA MUJER TAMBIEN EN LA IGLESIA Y EN LA EUCARISTIA: Las mujeres siguen aun muy discriminadas en la sociedad, pues la mujer necesita trabajar 1,5 horas más al día para ganar lo mismo que un hombre y, si es inmigrante, dos horas más. También son muchas más las mujeres víctimas de violencia de género que los hombres.
Pero en la Iglesia, la discriminación de la mujer aun es estructural y total, no así en aquella primera Eucaristía de Jesús, no fue solo con LOS DISCÍPULOS, sino también con LAS DISCÍPULAS, pues cómo no iba a invitar Jesús a aquella memorable Cena a todas aquellas mujeres que, ya desde Galilea, lo habían seguido, acompañado, escuchado y servido durante los mismos años en que lo hicieron los discípulos, y a veces con más fidelidad, más compromiso y más riesgo que ellos, y a las cuales les tenía reservadas sus primeras apariciones de Resucitado, además de encargarles anunciarlo a los apóstoles, y más aun con el gran machismo que imperaba en aquella sociedad que hasta los hombres daban gracias a Dios por no haber nacido mujer. De ahí que el comportamiento de Jesús con la mujer tiene mucho más valor del que hoy le damos. Es por lo que la Iglesia debería ser la primera en dar a la mujer la misma dignidad que al hombre en todo.
Mientras las mujeres no puedan ejercer en la Iglesia las mismas funciones que los hombres, nunca será la verdadera Iglesia de Jesucristo. La discriminación que las mujeres sufren en la Iglesia es una total injusticia, es una incoherencia radical con Jesucristo y su mensaje de fraternidad e igualdad.
Cada vez más colectivos cristianos,
organizaciones de Iglesia, monjas, teólogos, teólogas, pastoralistas y laicos
están pidiendo que las mujeres puedan participar en todas las funciones y
ministerios de la Iglesia, exactamente igual que los hombres, y que haya para
ellas las mismas posibilidades e instituciones de formación que hay para ellos.
Es algo verdaderamente urgente: Había un cazador que tan bien quería afinar la puntería, que cuando apretaba el
gatillo, ya no estaba la pieza. Esto aun le sigue pasando a la Iglesia de hoy,
de manera muy grave e importante como en la incorporación de las mujeres a toda
la vida de la Iglesia.
El mismo Papa Francisco ya lo advirtió en Brasil hace unos años: “Si la Iglesia pierde a las mujeres, en su dimensión total y real, corre el riesgo de volverse estéril”.
El
mundo necesita a Jesucristo y su Mensaje, pero si la Iglesia se vuelve estéril el
gran mensaje del Evangelio se irá reduciendo cada vez más a un hecho histórico
y no será una realidad viva y creadora de un mundo más justo, solidario,
fraternal y unido, donde todos nos sintamos felices y llenos de generosidad
para poder hacer algo por los demás sin esperar nada a cambio, para el bien de
todos los seres humanos y de toda la Creación.
Si
bien no hay ninguna ideología política que represente la pluralidad y el
alcance del Evangelio: así lo dijo el Presidente del Principado de Asturias,
Adrián Barbón, hace unos días en Gijón, donde dejó claro su compromiso de fe
con el Evangelio y el servicio a la sociedad, y añadió: “los cristianos no
debemos ni podemos vivir de espaldas a la política, sino que tenemos que votar
por los candidatos que miran más por los pobres, que buscan superar la
injusticia estructural, y que apuestan por la reconciliación y la paz”. Y
confesó también: «cuando vienen mal dadas, y últimamente abundan, tener fe y
esperanza me ha ayudado mucho».
Como
ciudadanos responsables y más como creyentes, si nos sentimos
capacitados, desde una ética total y absoluta, debemos asumir el
compromiso de servir al pueblo de la manera mejor y más eficaz posible,
como un eminente acto de verdadero amor al prójimo. Hasta ahí llega el
alcance de la verdadera Eucaristía, que es infinitamente más que “ir a Misa”.
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