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sábado, 9 de noviembre de 2024

Criterios para el Bien Común

Estos días leía en Facebook este apunte:

Elon Musk en redes sociales: “Starship es ahora más del doble de potente que el cohete lunar Saturno V y, dentro de un año aproximadamente, será tres veces más potente, con 10.000 toneladas métricas de empuje. Lo más importante es que está diseñado para ser totalmente reutilizable, quemando aproximadamente un 80 % de oxígeno líquido y aproximadamente un 20 % de metano líquido (un propulsor de muy bajo costo). Esto permite que el coste por tonelada en órbita sea aproximadamente un 10.000% inferior al de Saturno V. La nave espacial es la diferencia entre ser una civilización multiplanetaria o de un solo planeta. Construir un nuevo mundo en Marte ahora es posible.”

Ante los aplausos de no pocos a tal apunte no me resistí a aportar lo que pensaba este menda al respecto que, por cierto, no gustó a muchos de los que aplaudían tal cosa de Elon Musk, es más, casi llegaban al orgasmo hablando maravillas de las nuevas máquinas de matar “tan eficientes”, etc… (en fin, no voy a entrar en detalles porque no es ésa la intención de esta reflexión).

La usura, los atentados contra la propiedad del otro, el afán de dominio sobre el otro, el desprecio hacia lo comunitario, el egocentrismo, el narcisismo capitalista,… son simples muestras de una egolatría que nada tiene que ver con el BIEN COMÚN ni la fraternidad universal, más bien son su antítesis.

Observar la realidad global con todas sus relaciones.

Éste es uno de los criterios esenciales para la construcción del Bien Común.. Necesitamos pararnos a mirar (no sólo ver) la realidad global que siempre es mucho más que la suma de todos sus elementos y ese “mucho más” se refiere a algo que no se detecta a simple vista: es el conjunto de RELACIONES existentes entre esos elementos.

De ahí la importancia de preservar el equilibrio ecológico (no sobra ninguna especie animal ni vegetal, todas están conectadas, todas cumplen una o varias funciones que son esenciales para la pervivencia de todos en armonía). No sobra ninguna cultura, ninguna civilización; ninguna raza o pueblo tienen la autoridad moral de aniquilar o subyugar a nadie ni sus intereses respectivos son más lícitos que los de otros pueblos.

Dialogar, buscar en ese diálogo la armonía.

Es consecuencia de esa mirada sobre la realidad global. No somos todos iguales aunque tengamos una misma dignidad humana; tenemos distintos códigos de comunicación, diferentes criterios de actuación, perspectivas distintas,… que nos llevan, no pocas veces, a conflictos que no siempre hemos sabido manejar bien sino al contrario.

Necesitamos sentarnos con el otro y dejar en la puerta de fuera nuestros prejuicios, nuestros méritos, poderes, fama, riquezas, prestigio y demás bobadas para quedarnos únicamente con nuestro ser interno, nuestra más esencial humanidad y desde ella dialogar con el otro, ver en qué y cómo nos afectará a todos y a nuestro entorno natural cualquier proyecto y decisión que tomemos de llevar a cabo cualquier plan. Esto requiere empatía, por supuesto, para podernos entender. Si no nos abrimos al otro y no nos dejamos interpelar por el otro... no habrá posibilidad de obtener el Bien Común.

No dejar a nadie atrás.

Cuando llegamos al punto de conocernos más o menos a fondo, más allá de lo aparente, nos damos cuenta de cuánto tenemos en común. Eso común es muchísimo mayor y de muchísima mayor importancia que todas nuestras diferencias y es entonces cuando arranca la actitud que nos lleva a emprender aquellas acciones que más nos beneficien, pero sin descuidar el bien para todos los demás. “El otro es otro yo”; en el momento en que interiorizamos esto comprendemos que anhelar nuestro bien es querer el del otro con el mismo tesón. Así se construye el Bien Común.

De ahí la importancia de vivir la “empatía” que necesitamos desarrollar en todos los ámbitos en los que nos desenvolvamos hasta lograr que todos esos ambientes respiren de “empatía colectiva”. Las guerras y todo tipo de violencia, el empobrecimiento de personas y pueblos enteros, la economía especulativa, el afán de acumular riquezas mientras otros mueren de hambre,… son muestras clarísimas de la ausencia total de esta empatía.

No hablamos de utopías, hablamos del camino a seguir.

¿Progreso?, ¡sí! pero no a costa de todo y de todos. Un progreso de unos pocos a costa del mal para el resto no es progreso, es barbarie, es retroceso de nuestra dignidad humana, es destrucción de la humanidad, es fracaso de nuestro papel central en la Creación.

Esas claves mencionadas anteriormente para vivir el BIEN COMÚN no son las únicas pero son básicas para echarlo a andar. Ojalá en todo proyecto individual o colectivo se tuvieran en cuenta y se buscaran las maneras de vivirlas, hacerlas evidentes.

Y, como siempre, al final cada cual elige: o ser parte del problema… o ser parte de la solución. Comparemos los modelos que tenemos delante, veamos sus pros y contras, a qué nos lleva cada uno de ellos y luego decidamos… y en la decisión tomada impliquémonos a fondo si de verdad creemos que es la adecuada.

Santi Catalán

santi257@gmail.com

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