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domingo, 2 de octubre de 2022

El compromiso de la fe

Más de una vez nos hemos hecho esta pregunta: ¿Qué es fe?. Ya nos la hacía el catecismo que hemos aprendido de memoria los que ya tenemos abundantes años. La respuesta que nos daba aquel librito era esta: “fe es creer lo que no vimos”. Los Apóstoles le piden a Jesús que les aumente la fe, según cuenta el Evangelio del próximo domingo.

Hay infinidad de cosas que creemos y no hemos visto, y hay otras muchas que nos hicieron creer que son mentira.

Como decía Soren Kierkegaard “hay dos maneras de ser engañados: una creer lo que no es verdad, y la otra no aceptar lo que sí es verdad”.

Pero la fe no es eso. La fe en Jesús de Nazaret no se limita a creer que existió, que anduvo por Galilea, que lo seguía mucha gente, que fue perseguido, condenado a muerte de cruz y crucificado por denunciar a aquellas “autoridades” religiosas y políticas que oprimían al pueblo, incluso hay muchas personas que creen en El como verdadero hombre y verdadero Dios, pero luego lo niegan con los hechos de su vida por su hipocresía, deshonestidad y mal comportamiento profesional, familiar, político, ético, social, etc., incluso a pesar de ser miembros de la propia jerarquía de la Iglesia: son los creyentes ateos, porque afirman a Dios con las palabras, pero lo niegan con los hechos de su vida. Y por el contrario hay ateos creyentes porque sin afirmar a Dios con las palabras, sin embargo lo afirman con los hechos de su vida porque viven comprometidos con la justicia, la fraternidad, la solidaridad, el amor, el bien común, la igualdad entre todos, la honestidad, la sinceridad, la austeridad personal para que haya para todos.

La fe, tal como aparece formulada en los Evangelios, se resume en seguir a Jesucristo, para hacer en este mundo lo que El hizo, que pasaba haciendo el bien curando toda clase de enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mateo 4,23), dando de comer, rehabilitando a los marginados, levantando a los caídos, valorando a los despreciados, denunciando las injusticias y a los injustos, desenmascarando a los opresores religiosos y políticos del pueblo. Unas 73 veces aparece en el Nuevo Testamento formulado el seguimiento de Jesús. Seguirlo a El es hacer que nuestra vida sea imagen y semejanza de la suya, para pasar por el mundo haciendo lo mismo que El hizo al servicio de todo ser humano. Seguir a Jesús abarca la vida entera para conformar nuestra vida a la suya, viviendo como vivió Jesús, al servicio de toda criatura, especialmente de los oprimidos, abandonados, maltratados, marginados, despreciados, esclavizados, explotados, en todos los órdenes de la vida: políticos, religiosos, económicos, sociales, éticos, morales…, poniendo todas nuestras posibilidades al servicio de estas finalidades, afrontando incluso todo sufrimiento, precisamente para evitar todo sufrimiento, pues esto es lo único que justifica el sufrimiento.

Por eso mismo la muerte en cruz de Jesús no fue ningún sacrificio religioso, ni reparación a Dios de nada, ni mucho menos una ofrenda por el pecado. Dios no necesita nada, es el ser humano el necesitado, del cual es nuestra misión ocuparnos en este mundo. La condena a muerte de Jesús fue precisamente la consecuencia lógica de su compromiso a favor de los oprimidos y en contra de sus opresores, pues la voluntad de Dios es que no haya ni oprimidos ni opresores, sino la liberación de unos y de otros. Si para este objetivo hay que poner en riesgo total la propia vida como lo hizo El, eso es la fe, o sea, el seguimiento de Jesús hasta las últimas consecuencias. Seguidores así de Jesús es lo más urgente que está necesitando el mundo actual.

Feliz domingo a tod@s.-Faustino

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