19 Tiempo ordinario – A (Mateo 14,22-33)
Evangelio del 09 / Ago / 2020
Son muchos los creyentes que se sienten
hoy a la intemperie, desamparados en medio de una crisis y confusión general.
Los pilares en los que tradicionalmente se apoyaba su fe se han visto sacudidos violentamente desde sus raíces. La autoridad de la Iglesia, la infalibilidad del papa, el magisterio de los obispos, ya no pueden sostenerlos en sus convicciones religiosas. Un lenguaje nuevo y desconcertante ha llegado hasta sus oídos creando malestar y confusión, antes desconocidos. La «falta de acuerdo» entre los sacerdotes y hasta en los mismos obispos los ha sumido en el desconcierto.
Los pilares en los que tradicionalmente se apoyaba su fe se han visto sacudidos violentamente desde sus raíces. La autoridad de la Iglesia, la infalibilidad del papa, el magisterio de los obispos, ya no pueden sostenerlos en sus convicciones religiosas. Un lenguaje nuevo y desconcertante ha llegado hasta sus oídos creando malestar y confusión, antes desconocidos. La «falta de acuerdo» entre los sacerdotes y hasta en los mismos obispos los ha sumido en el desconcierto.
Con mayor o menor sinceridad son
bastantes los que se preguntan: ¿Qué debemos creer?. ¿A quién debemos escuchar?. ¿Qué dogmas hay que aceptar?. ¿Qué moral hay que seguir?. Y son muchos los que,
al no poder responder a estas preguntas con la certeza de otros tiempos, tienen
la sensación de estar «perdiendo la fe».
Sin embargo, no hemos de confundir nunca
la fe con la mera afirmación teórica de unas verdades o principios.
Ciertamente, la fe implica una visión de la vida y una peculiar concepción del
ser humano, su tarea y su destino último. Pero ser creyente es algo más
profundo y radical. Y consiste, antes que nada, en una apertura confiada a
Jesucristo como sentido último de nuestra vida, criterio definitivo de nuestro
amor a los hermanos y esperanza última de nuestro futuro.
Por eso se puede ser verdadero creyente
y no ser capaz de formular con certeza determinados aspectos de la concepción
cristiana de la vida. Y se puede también afirmar con seguridad absoluta los
diversos dogmas cristianos y no vivir entregado a Dios en actitud de fe.
Mateo ha descrito la verdadera fe al
presentar a Pedro, que «caminaba sobre el agua» acercándose a Jesús. Eso es
creer. Caminar sobre el agua y no sobre tierra firme. Apoyar nuestra existencia
en Dios y no en nuestras propias razones, argumentos y definiciones. Vivir
sostenidos no por nuestra seguridad, sino por nuestra confianza en él.
José Antonio Pagola
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