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Adviento – A (Mateo 24,37-44)
Evangelio
del 01 / Dic / 2019
No
siempre es fácil poner nombre a ese malestar profundo y persistente que podemos
sentir en algún momento de la vida. Así me lo han confesado en más de una
ocasión personas que, por otra parte, buscaban «algo diferente», una luz nueva,
tal vez una experiencia capaz de dar color nuevo a su vivir diario.
Lo
podemos llamar «vacío interior», insatisfacción, incapacidad de encontrar algo
sólido que llene el deseo de vivir intensamente. Tal vez sería mejor llamarlo
«aburrimiento», cansancio de vivir siempre lo mismo, sensación de no acertar
con el secreto de la vida: nos estamos equivocando en algo esencial y no
sabemos exactamente en qué.
A
veces, la crisis adquiere un tono religioso. ¿Podemos hablar de «pérdida de
fe»?. No sabemos ya en qué creer, nada logra iluminarnos por dentro, hemos
abandonado la religión ingenua de otros tiempos, pero no la hemos sustituido
por nada mejor. Puede crecer entonces en nosotros una sensación extraña: nos
hemos quedado sin clave alguna para orientar nuestra vida. ¿Qué podemos hacer?.
Lo
primero es no ceder a la tristeza ni a la crispación: todo nos está llamando a
vivir. Dentro de ese malestar tan persistente hay algo muy saludable: nuestro
deseo de vivir algo más positivo y menos postizo, algo más digno y menos
artificial. Lo que necesitamos es reorientar nuestra vida. No se trata de
corregir un aspecto concreto de nuestra persona. Eso vendrá tal vez después.
Ahora lo importante es ir a lo esencial, encontrar una fuente de vida y de
salvación.
¿Por
qué no nos detenemos a oír esa llamada urgente de Jesús a despertar?. ¿No
necesitamos escuchar sus palabras?: «Estad en vela», «daos cuenta del momento
que vivís», «es hora de despertar». Todos hemos de preguntarnos qué es lo que
estamos descuidando en nuestra vida, qué es lo que hemos de cambiar y a qué
hemos de dedicar más atención y más tiempo.
Las
palabras de Jesús están dirigidas a todos y a cada uno: «Vigilad». Hemos de
reaccionar. Si lo hacemos, viviremos uno de esos raros momentos en que nos
sentimos «despiertos» desde lo más hondo de nuestro ser.
José
Antonio Pagola
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