El 15 de mayo celebramos el "Día Internacional de las FAMILIAS".
¿Qué significa para nosotros celebrar este día?.
Independientemente
de las limitaciones y formas en que se presenta hoy la realidad familiar
y de cualquier dificultad,
del tipo que fuere con que se enfrentan,… lo que sí debe importarnos -y en ello
hemos de poner todo nuestro afán- es la autenticidad
de sus relaciones, reavivar constantemente el fundamento de su unión: el amor mutuo (es mucho más que un
sentimiento) y el sentido de
responsabilidad que tenemos en relación con nuestros hijos y su educación y
formación integral.
La
familia es escuela de vida y célula esencial de la sociedad.
Si echamos un vistazo a la documentación que sobre ella ha publicado la
Iglesia Cristiana Católica nos daremos cuenta de que se le da una gran
importancia:
La familia
es educadora en la paz y la justicia a sus hijos a partir del instante en que
ésta toma conciencia de su papel, de su misión en relación con ellos; ser
padres y madres no es sólo procrear y traerlos al mundo, es EDUCAR, es
orientarles y acompañarles en su proceso de crecimiento y formación integral
que vivirán a lo largo de sus distintas etapas de la vida.
¿Cuándo empieza concretamente esta tarea?.
A partir del
mismo instante en que somos concebidos, a partir de ese preciso momento somos
hijos, tenemos nuestra identidad específica distinta del padre y de la madre;
somos seres humanos irrepetibles.
¿Cómo se empieza a desarrollar esa
educación?.
Las ciencias
humanas nos lo explican muy claramente: cómo el contacto físico, los sonidos,
las palabras,… el tono con que nos hablamos y su contenido, las caricias,… van
dando cuerpo a esos primeros mensajes. Podríamos preguntarnos “cómo son esas
relaciones entre nosotros y las que entablamos los padres y madres con esos
hijos no-nacidos todavía pero tan atentos a todo lo que sucede en el exterior y
que forma parte de sus primeros aprendizajes”.
¿Cuáles son las claves para una adecuada
educación en la paz y la justicia? (por
citar algunas):
- La primera de ellas es la COHERENCIA que evidenciamos en nuestras relaciones de pareja, en el trato con nuestros hijos y también con el exterior (otros familiares, vecinos, amigos,…), de manera que hay unidad entre lo que decimos que hay que hacer y lo que hacemos realmente, al estilo de “fray Ejemplo”.
- Desarrollar una COMUNICACIÓN abierta, horizontal en la pareja, asertiva con todos los miembros de la familia, en la que la ESCUCHA y atención a todos nuestros lenguajes esté en la base de todo entendimiento; no todo está en la palabra, en el lenguaje verbal: hay gestos con mucha carga significativa, sentimientos que necesitan ser acogidos y expresados sin temor;…
- Mantener la actitud del RESPETO absoluto a la persona. Podemos ser críticos con hechos y actitudes, podemos y debemos (eso forma parte de nuestra labor de padres educadores) pero evidenciando siempre que “por encima de toda manifestación, hecho, actitud… por encima de cualquier cosa está siempre el valor de la persona; poner calificativos a nuestros hijos según el significado de sus hechos… no les ayuda a crear la imagen que necesitan para construirse a sí mismos.
- AMAR al hijo y demostrarlo, ser FIRMES y demostrarlo. El amor incondicional a nuestros hijos y la firmeza en las decisiones tomadas deben andar unidos en esta educación y en todas las demás también. La firmeza no está exenta de flexibilidad, obviamente, y sobre todo en edades juveniles en las que los padres y madres estamos enfrentándonos también al trago del “abandono del nido”, al hecho natural de que el hijo ya está empezando a tomar sus propias decisiones independientemente de lo que los adultos pensemos al respecto; la firmeza, aquí, tiene que ver con “mantener siempre en mente nuestras metas, aquello que nos debe orientar en la toma de cualquier decisión,… no en el ejercicio testarudo de repetir mil millones de veces lo mismo sin tener en cuenta otros planteamientos que puedan ser tan razonables como los nuestros.
- Binomio LIBERTAD-RESPONSABILIDAD, ir dando a nuestros hijos la posibilidad de tomar sus propias opciones pero analizando después con ellos las consecuencias de esas decisiones: desde sus consecuencias y viendo sus causas para luego obtener conclusiones que ayuden a madurar y organizar futuras situaciones “antes de que sucedan”, pensar bien antes de actuar y después del hecho… asumir sus consecuencias (a menudo los padres asumimos todo, incluso nos culpabilizamos por errores que son pura decisión de nuestros hijos).
- Vivir el valor de la HUMILDAD, saber reconocer nuestros errores y enseñar a los hijos a hacer lo propio; pedir perdón y saber perdonar no es cosa fácil en un mundo donde a menudo todo lo que suene a eso se tilda de “complejo de culpabilidad”;… sin embargo no hay camino mejor ni experiencia más liberadora que el sabernos EN PAZ con el otro y sobre todo con nosotros mismos, reconocernos limitados, aceptarnos tal como somos (eso es la humildad) posibilitando así una mejor AUTOESTIMA, más realista, más nuestra. Sin estar a bien con nosotros mismos y con el otro no podremos mantener relaciones de paz y justicia ni con nosotros mismos ni con los demás.
- Promover la GRATUIDAD. Nada vale según diga el mercado. No hay precio para un acto generoso, para el altruismo, para la solidaridad con el menos favorecido o para con quien más necesidades presenta… aunque no pueda corresponder a ese don. Estar atentos a cualquier necesidad y colaborar sin exigir nada a cambio es la expresión perfecta de haber entendido este valor. Las tareas de la casa, responsabilidades, que cada hijo pueda asumir a lo largo de su desarrollo persona, y el diálogo que establezcamos con ellos al respecto son una excelente escuela en este aprendizaje, además de promover el sentido de la RESPONSABILIDAD.
- Ser AGRADECIDOS con lo que en la vida vamos aprendiendo, conociendo, recibiendo, disfrutando,… en lugar de quejarnos por lo que no tenemos… es la respuesta natural al don de la gratuidad, la ayuda generosa y solidaridad de los demás. La ansiedad provocada por el afán del TENER lejos de aportarnos paz en nuestro interior lo que hace es apartarnos de ella y llevarnos a ver en el otro no a un igual, un hermano, un “otro-yo” sino a un competidor más, un rival. Enseñar a los hijos a valorarse por lo que y quienes son y lo que pueden disfrutar con aquello que tienen es básico para adquirir el valor del agradecimiento.
- Ayudar a comprender la importancia del ESFUERZO y la necesaria CONSTANCIA o perseverancia en ese esfuerzo. El análisis cotidiano de los resultados que obtenemos en aquello en lo que nos hemos empeñado, en lo que hemos trabajado, nos dan las claves para aportar a nuestros hijos esa educación: nada sucede porque sí ni llegamos a lo mismo cuando “sólo nos dejamos llevar por el capricho o las ganas” o cuando “contando ya con las dificultades miremos nuestros objetivos y pongamos todos los medios que sean necesarios para lograr esas metas”, aunque ello traiga consigo algún sacrificio, el cansancio,…
- La paz y la justicia en el mundo requieren también de los valores del AUTOCONTROL y la EMPATÍA porque lo fácil, lo cómodo es siempre “responder al otro
según cómo nos trate” en vez de poner calma en nosotros mismos para poder ver
las cosas con más claridad y comprenderle en sus formas de expresarse. ¿Cómo
resolvemos los conflictos en el hogar?; eso nos dará muchas pistas sobre estos
dos valores y de su importancia en la resolución de dichos conflictos.
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